Se escucha el zigzag de una tijera al compás del 1,2,3,
Dos hombres bailan vals sincronizadamente alrededor de un visitante.
Giran, giran sus cuerpos, al unísono del compás de la tijera.
Cortando van los peluqueros el pasado inmediato, acompañando al que busca el tesoro de la renovación personal.
Giran, giran sus cuerpos, al compás de la tijera.
Sorprendiendo a su paso las maduras canas blancas, con orden de desalojo inmediato. Tercas y tristes ellas se suicidan, asumiendo con fortaleza, su etapa de podado.
Giran, giran sus cuerpos, al compás de la tijera.
El visitante se regocija en el silencio de un espejo, en la incertidumbre de una mano extraña que lo toca.
Giran, giran sus cuerpos, al compás de la tijera.
Embriagado el visitante en el deleite del sonido, se deja hundir en nieve blanca confundida con merengue, que le traspasa las orejas y cubre su piel curtida.
Giran, giran sus cuerpos, al compás de la tijera.
Conciente está el visitante de su piel de gallina, provocada por la incertidumbre, de que un fallo en el corte traspasará su yugular.
Giran, giran sus cuerpos, al compás de la tijera.
La catarsis del vals llega a sus últimos segundos, en vaivenes de zigzag, dando paso al ceremonial cepillo. Qué con grandes brochazos, hace de escobilla sacudiendo el último cabello suelto que provoca picazón en el cuerpo.
Giran, giran sus cuerpos, al compás de la tijera.
Los huéspedes itinerantes deciden abandonar la silla majestuosa, tras el gran sacudón provocado por los peluqueros, al quitarle la camisa de fuerza, que cubría la mitad de su cuerpo.
Giran, giran sus cuerpos. De repente, peluqueros se detienen cómplices en miradas con el visitante deciden contemplar la gran obra.
Orgulloso de si mismo, el visitante se mira al espejo, rectificando su renovación. Da un paso solvente que le conduce directo a la calle para retomar su devenir. Sin dejar de pavonear el brillo del retoque.
Giran, giran, sumergidas en agua las tijeras, esperando con ansiedad la llegada de un nuevo…
Fotos y texto realizado en julio del 2008
