El reloj nunca duerme y no detiene su conteo diario.
Son las 7am, son las 8am, las 9am o las 10am y
seguramente mañana serán las 8am nuevamente.
El reloj no puede contener la respiración,
ni se da el privilegio de una pausa.
Y si para, todos coincidimos evidentemente,
en que su mecanismo fisiológico interno, no funciona.
Y mientras dormimos, es el único testigo evidente que vela nuestros sueños.
Y cuando despertamos, con una sutil mano amiga,
nos convierte en sus más dulces esclavos.
¡Oh noooooo!, chillan algunos inconscientes colectivos humanos en la mañana.
Mientras sus cuerpos se despegan del placer de las sábanas.
Sus dispositivos mentales empiezan a funcionar a mil por hora,
para concretar los objetivos pendientes, que se durmieron ayer.
Es la razón principal, que encuentro para el canibalismo humano,
que se genera en las personas, por el atraso al mecanismo trole bus,
provocado en primera instancia por el mal funcionamiento del mecanismo reloj.
Los guardias de seguridad concluyen que las circunstancias se deben,
principalmente a la ausencia de unidades- trole disponibles por minuto,
y sobretodo, en las horas de descanso humano, mal llamadas pico.
Más respeto señores, señoras y señoritas dice alguien,
¡Qué llegan las hordas humanas silenciosas, se acercan
con hambre caníbal y a gran velocidad para llegar a tiempo al trabajo!.
Así que asegure su vida, como bien usted pueda.
Luego de la advertencia me miro y camino, camino, camino...
y corro, y corro aún más deprisa.
Giro a la derecha hay un grupo, giro a la izquierda hay otro, si doy la vuelta,
me espera otro, si miro para atrás, hay otro y otro más...
Es imposible detenerse, en este sistema integrado humano.
Si así lo hiciera, mi cara quedaría pegada como chicle
en el zapato de algún desconocido o más seguro
fragmentada en el vidrio sudado de alguna ventana.
Esas hordas humanas me envuelven en su sombra,
imposible contenerlas o frenarlas.
La función doble del sistema trolebús, sin palomitas con caramelo ha empezado, señores.
Los más altos ejecutivos prueban su eficiencia
aprendida del manual cómo ser mejores líderes,
dejan su glamour y corbatas a un lado,
y en una zancadilla muy atlética,
atraviesan los muros de contención sin ninguna contemplación.
Engalanando su corbata y maletines respectivos, asientan sus traseros,
en su exitoso ganado primer puesto.
La fila tercera edad y madres con niños, está ocupada por jóvenes buenos mozos,
que cuando el guardia integral del sistema está, es un día de mala suerte para ellos,
el guardia funge de Gargamel y saca de la oreja a sus pequeños pitufitos,
reivindicando a una auténtica madre que sostiene con fuerza a su
bebé recién nacido, en medio de una espesa neblina humana.
¡ La gente hace la cola para ser atropellada repetitiva y diariamente,
me lo digo en silencio, un sistema curioso en su funcionamiento,
que convierte a humanos en verdaderos salvajes y en esto caso, los
caballeros y príncipes son cada vez más escasos.
De repente, se escucha un portazo automático, en la cara del alguien,
todos regresamos a ver… ¡oh sorpresa! . Es la extensión de un cuerpo vivo
al otro lado de la puerta, quedó afuera y con hambre de entrar.
Una horda de alaridos, hace caer en cuenta al chofer que está
apunto de decapitar a alguno de sus pasajeros.
¡No…muchas gracias, decimos todos. Señores, no queremos ser testigos de la posible mutilación que transforme un cuerpo vivo en pincho crudo!.
Al fin se pudo ingresar por inercia a la fabulosa unidad trolebús,
pero la alerta máxima se genera en segundos,
cuando el conductor advierte a sus pasajeros,
¡Señoras, señores, señoritas y auténticas madres,
tengan cuidado con sus pertenencias, por favor!
Una desconfianza general empieza a respirarse al interior de la unidad,
todos agarran bien los bolsos, aprietan las fundas de compras con fuerza
y chequean el décimo celular repuesto por pérdida, que consumió algunos
mensuales este año y deja en exilio a amigos que se borran de una
gruesa lista de contactos, que nunca llaman porque uno debe dar el ejemplo,
y ser siempre el primero en llamar.
Es obvio, que nadie quiere vivir la experiencia del arranche,
o amenaza cuchillera, pero es casi inevitable, que el mecanismo
de la paranoia se active automáticamente. En la auto protección,
el más incauto de los individuos, imagina como aplicar sus 557 lecciones de defensa personal, aprendidas en televisión o en alguna película de Jacky Chan según sea el caso,
para evitar ser una posible víctima, y no convertirse
en una víctima real y contundente.
Y me doy cuenta que el mecanismo robo se da al azar.
Espero de corazón, que hoy todos tengamos suerte...
Y este mecanismo no se active, en el mecanismo trolebús,
porque ya son varias veces que el chofer repite la misma advertencia,
provocando mayor desconfianza en sus usuarios,
o será que el señor chofer tiene muchas ganas de hablar y
no puede improvisar otros textos.
En la unidad trolebús es frecuente la visita de los ángeles vendedores,
en carreras de ida y vuelta interminables y repetitivas.
Aparecen los vendedores de chicles, vendedores de historias,
vendedores de incapacidades físicas, vendedores de sueños,
vendedores de kits completos y económicos, vendedores de hambre,
vendedores de recuerdos fronterizos, vendedores de curaciones para enfermedades mortales , vendedores de raps cristianos bien aprendidos luego de una rehabilitación,
vendedores de dvds piratas y los últimos cds de reageaton,
y nosotros nos volvemos compradores, compradores, compradores, compradores
repulsivos de almas que mueren lentamente.
Los vendedores se vuelven fantasmas, con almas flotantes
y atractivo turístico del sistema integrado trolebús.
A veces llega el imprudente turista tan quiteño de último momento,
que confunde la vía del trole por la del ciclo paseo,
arriesgando ver sus vísceras regadas en media vía,
el chofer hace su respectivo frenazo generando una
lluvia de chispas de los circuitos eléctricas del sistema trolebús.
Para cerrar con broche de oro el viaje.
Aparecen dos hombres que se tienen hambre el uno al otro,
todos nos enteramos de sus problemas personales y
escuchamos su amplio vocabulario, repetido en palabras salidas del estómago.
Este discurso ya lo conocemos, me digo…para que repetirlo, solo diré que empieza con:
eres un hijo de tal por cual y el otro responde lo mismo, etc, etc, etc, etc,etc,etc.
pero agregándole un insulto mayor en la gradación de la escala de insultos,
y el ping pong de palabras inicia, demostrando quién de los dos es más macho,
fuerte o inteligente. Acto seguido entramos en una especie de ring en vivo,
solo que esta vez todos estamos parados en el cuadrilátero
y a nadie se le preguntó, si quería estar.
Hay varios intentos fallidos de golpes que vienen y van,
ruego que no sea a los ojos equivocados y peor a los míos.
Scorsese, estaría feliz de estar aquí y poder captar una escena brillante
para su próxima película. En cuánto a mí, se me activa otra vez
el mecanismo de autodefensa, reprochando haber olvidado el escudo protector
que se active, en caso de extrema violencia. Se bajan los dos hombres
en la siguiente parada, dejando mi corazón con una leve taquicardia
y un bullicio leve de comentarios generados por la situación.
Al fin puedo respirar, cuando de un soplo, el trole me eructa en la línea de parada que me toca y puedo extender mis brazos abarcando el espacio físico, que por derecho me pertenece.
Y liberarme de la asfixia a la que el integrado trolebús me aprisionaba,
sin embargo bajo sintiendo que me falta algo…serán los rostros variados,
pesos, actitudes, edades, miradas, olores, hordas distintas que se trasladan en un viaje inocente. Bueno, no sé pero si le digo, disculpe señor reloj pero ya no le quiero ver,
ya sé que es tarde y solamente quiero llegar a casa…
Y mi mecanismo, contrario al suyo necesita un gran respiro.
Texto publicado en septiembre del 2009
lunes, 31 de agosto de 2009
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