sábado, 21 de septiembre de 2024
II Ciclo Breve de Monólogos Teatrales Femeninos 2024 II Parte
jueves, 5 de septiembre de 2024
AMOR Dramaturgia Nadia Rosero. Laberinto Teatro 2024
AMOR
DRAMATURGIA
NADIA ROSERO
PERSONAJES
MARINA
ALBERTO
IGNACIO
ESPERANCITA
AMOR
DRAMATURGIA NADIA ROSERO
Dos
edificios antiguos enfrentados en el barrio de la Floresta en Quito de ventanas
abiertas con marcos de madera envejecida; ahí están Marina, una cantante de
ópera y Alberto escritor frente a una máquina de escribir antigua, ellos llevan
más de quince días sin poder salir de sus respectivos apartamentos debido a la
pandemia mundial del Covid19. Desde sus ventanas se observa la decoración sencilla
y alegre del departamento de Alberto, y desde la de Marina se mira el sillón
del salón dentro de un espacio bastante decorado, estilo rupestre y de colores
vivaces. Ellos se comunican al mundo exterior, a través de las ventanas respectivas
de sus dos edificios, se miran y espían inconscientemente durante el alargado tiempo
del confinamiento.
Marina, un poco desesperada, desaliñada usa su pijama con pantuflas y está sentada
en el sillón de su sala. Suena el teléfono y acude a contestar.
MARINA:
(Gritando al teléfono.)
¡La puta mierda, que lo parió! Habrase visto, ¿y, por qué me los dices ahora?,
no podías esperar otro momento para decirme esto. No así, y en medio de una
pandemia. ¡Eres un imbécil! ¡Cobarde!, ¡Idiota! (Sigue gritando al teléfono.) Encima, te estoy esperando, a que
llegues algún día, y ahora en medio de ésta cuarentena, me lo dices. ¡Mierda!,
¿quieres el divorcio?, así, y a la distancia. ¡No me jodas!, ¿y qué te hizo
cambiar de parecer? No se supone, que es momento de reflexionar sobre lo
importante de estar el uno cerca del otro, pero a vos, ¿qué te va importar?,
hace tanto tiempo estás tan distanciado. ¡Eso! (Reafirma.) ¡Eso, bien, pero bien lejos! ¡Y yo cuidando de tu gata
Mauci a la distancia! (Respira.) Por
suerte, no tuvimos hijos, porque eso, sería un desastre completo. Es que nada.
No hay excusas, qué bueno hayas reflexionado en tu tiempo libre, y decirme ahora,
que quieres el divorcio. (Orgullosa.) ¿Habrá
que esperar, que abran un consultorio de abogados para firmar esos papeles de
divorcio, o ¿qué crees? (Marina sigue
dando vueltas por el salón de la sala junto a la ventana.) ¿No me jodas? Y
ahora, me vienes a hablar de división de propiedades. (Histérica.) ¡Quédate con todo!, y no me jodas más, eso con lo poco
que hemos adquirido. Y justo ahora, lo único que te importa. Tú insensibilidad,
me mata. Me hubieras preguntado, al menos. Sí estaré bien de salud, sí tengo alguna
mascarilla de protección para el coronavirus. Pero nada, qué se puede esperar
de ti. (Más enojada.) ¡Nada!, sí hace
tiempo que lo sé. Solo, que me he comportado como una boluda todo éste tiempo,
escuchando tus palabras, y teniendo paciencia a cada momento, aunque, no esté
de acuerdo con muchas cosas, pero me sales ahora con qué te has enamorado
nuevamente, y en medio del coronavirus.
Ni me cuentes, seguro estarás pasando la cuarentena con la susodicha. (Muy susceptible.) Y yo, aquí en éste desierto
esperando, a que llegues o que al menos te preocupes por la Mauci y vengas a
darle de comer, te recuerdo, que ahora es nuestra gata Mauci, araña las
paredes, porque no le das de comer a diario. Pero a vos, no te importa. Ni
siquiera, te importo el conavirus, ni nada. (Enojada.)
¡Lárgate y ándate con esa de vacaciones! ¡A las Islas Caiman!, o mejor aún sería
un buen momento para viajar a Venecia en pareja. Pero a mí, ¡déjame en paz! (Armándose de paciencia.) ¿Y qué
disfruten? ¡Sean felices! A mí, no me
jodas. (Indignada.) Ten un poco de
tino. Te desapareces, no me llamas, y solo lo haces para confesarme ésta putada.
Siempre fuiste un imbécil, solo que no lo veía con claridad. Crees, que las
esposas somos desechables, eso te piensas. Vos, me dijiste otras cosas, y ahora
cambiaste totalmente de opinión. No te reconozco. ¿Eres Ignacio, cierto...? Y solo te preocupa, que te
envíe tus cosas…Bueno, no me jodas, ven a retirarlas tú mismo, o si quieres te las
lanzo de una vez por la ventana y las vienes a recoger. (Se contiene.) Dame un poco de paciencia. ¡Dios mío! Pensé, que era
suficiente esa negligencia Institucional, pero no pues, encima una marital, me
caes, como una bomba, ahora. (Más
enojada.) No me llames, en tu puta vida. No me hace falta. ¿Me entiendes? ¡Adiós!. (Mira
a Mauci y tapa el teléfono.) Mauci, dile adiós a éste patán. (Mauci maúlla fuertemente.) ¡Miau…Miau …
¡Adiós! ¡Chao! Adieu! Arriverderci! (Cierra
el teléfono intensamente, camina lentamente tocándose la cabeza, agarra una chanqueta,
la lanza por la ventana y agarra a su gatita Mauci.) ¿Lo ves Mauci?, te lo
dije. Nunca, nos quiso. (Le acaricia.)
Vos y yo vamos a salir solas de ésta pandemia. (Le acaricia con cierta ternura y tristeza.) Ese es un vanidoso.
Nunca, nos quiso Mauci, solo se quiso a sí mismo, y a nadie más. (Respirando entrecortadamente y mirando a su
gata.) Mauci, ¿por qué, nos hace esto, justo ahora? No pudo al menos por un
poco de decencia, esperar un poquito… Al menos, que se acabe la cuarentena del
coronavirus. Al menos venga a casa a decírmelo, cara a cara. Pero, ni eso. Por
eso mismo, nos cae la maldición del coronavirus. (Mirando a la gata.) ¡Diablos!!!! ¡Diablos!!! ¿Quién mierda, me
dijo, que me case? (Bate a la gata con
fuerza, se acerca a la ventana de su salón y mira la chaqueta de Ignacio sobre
el pavimento.) ¡Mierda!!!! ¡Eres un imbécil!
Alberto sale de su ventana al
escuchar el alarido, mira a Marina con preocupación y registra la chaqueta
caída.
ALBERTO: ¿Le pasa algo?, ¿se le cayó?
MARINA: (Avergonzada.)
No se preocupe. ¡No nada! Disculpa (Cierra
su ventana y se sienta en el sillón de su casa.) Ahora Mauci, ¿qué vamos a
hacer? Bueno, partimos de cero, otra vez. Y solo pensar, cuántas veces me
llamaba, para que le dé llevando sus carpetas, para que le pase esa flash, para
que le llame a su secretaria. ¿Su secretaria? (Desconfiada.) ¡Qué boluda, que soy! ¡Qué trillado que sos!! La
típica, me tocó a mí. La típica historia de que se va con su secretaria. Razón,
que la tipa me preguntaba tanto sobre él. ¡Qué boluda soy! (Sale a
la ventana nuevamente y grita.) ¡Qué boluda soy!!!! (Se escucha el eco del grito.) ¡Sos una boluda!, vos abriendo la
cancha para la puta secretaria, razón que cuando vino ese día se puso colorada
y se le cayó el cubierto de la mesa. Le noté su nerviosismo. ¡Sos una boluda!
Y, el idiota de mí ex, se cree, que no sé con quién está. (Se agarra de los cabellos.) Claro con la pelotuda de su
secretaria. Eso es lo peor, ni siquiera, un poquito de buen gusto. Se fue a
meter con esa dientona. ¡Sos una boluda! Y encima, ofreciéndole el pedacito de
pastel. Como no me di cuenta. (Grita por
la ventana.) ¡Sos una boluda!!!! ¡BOLUDA!!!!
Alberto, el vecino vuelve a salir por
la ventana. Marina mira de nuevo a Alberto y mueve la mano con señales, como
diciéndole, que no se preocupara y luego cierra la ventana.
MARINA: ¡Ay
Dios!!! Qué se revuelque con la pelotuda de su secretaria. (Histérica e indiferente.) ¡No me importa! ¡Quiero el divorcio! (Mira, a su gata.) ¡Quiero el divorcio
Mauci!, ¡Esto, ya no tiene sentido! No solo, me ahogo con esto del coronavirus.
Sino que naufrago, en éste matrimonio sin sentido. Esa es la pura verdad, Mauci.
Yo tampoco, le quiero como antes. (Con
dignidad.) Así, que mejor, que fuera él, quién diera el primer paso.
Además, éste seudo matrimonio se ha convertido con el tiempo en un contrato de
responsabilidades múltiples, pero lo que se dice, amor. ¿Amor? (Le pregunta a Mauci.) Eso solo existe en
las películas, una verdadera ficción. La realidad puede parecerse al
coronavirus. ¡Atroz! Y esperando hasta media noche su llamada, ¿y, para qué?, para
que me diga que se marcha, Mauci. (Mira a
su gata.) Bueno, así es la vida Mauci. Debemos pensar en sobrevivirle a
ésta pandemia. ¡Ya me desespera!
Alberto preocupado escucha la voz
alta de Marina y se coloca en su balcón de la ventana del frente y la mira con
detenimiento con cierta preocupación y curiosidad hacia ella, y le grita en voz
alta desde la ventana del edificio de enfrente.
ALBERTO: ¡Vecina!
¡Vecina! Disculpe. ¡Ey!, vecina.
Marina se acerca enojada a la
ventana lentamente cargando a su gata Mauci.
MARINA: Sí,
dígame.
Alberto le saluda muy sonreído a
Marina y ella se siente un poco menos furiosa.
ALBERTO: Disculpe,
¿será qué puede hacerme un favor? Con lo de la cuarentena, no hay como salir. Y
no hay papelerías abiertas.
MARINA: Sí,
decime.
ALBERTO: ¿Tal
vez, tendrás hojas de papel bond? Se me acabaron y necesito unas pocas.
Marina sonríe irónica y recuerda
los múltiples paquetes de hojas de papel bond sobre el escritorio de su ex marido.
MARINA: Tienes
suerte, tengo un montón. Ya te las paso, sí quieres.
ALBERTO:
Seguro,
no te molesto mucho (Hace señales con la
mano.)
MARINA: No,
para nada. A ver, ya nos ideamos algo para pasártela.
ALBERTO: Espérame, un toque.
MARINA: Bueno.
(Regresa a su situación personal.) ¡Vaya
qué día de mierda!
Alberto sale al balcón de su
ventana con una cuerda de colgar la ropa y se la lanza desde el otro edificio.
MARINA:
¡Lánzala
otra vez!
La
cuerda choca contra la pared, y Alberto le lanza la cuerda nuevamente con mayor
fuerza.
ALBERTO: ¡Agarra
la cuerda! Disculpa, ¿cómo te llamas?
MARINA: ¡Marina!
ALBERTO: María.
MARINA: (Gritando.) No,
me llamo Marina. ¡¡¡ Marina!!!
ALBERTO: ¡Ah,
Marina!, un lindo nombre.
MARINA:
(Se sonroja.)
¡Gracias!
ALBERTO: Tengo ésta urgencia ahora y
no hay papelerías abiertas, ya te imaginarás.
MARINA: Sí,
lo sé. No te preocupes. ¡Lánzame la cuerda!
ALBERTO: ¡Dale!
A la una, a las dos y a las tres. (Le lanza
la cuerda.) ¡Agarra!
MARINA: ¡Con
mayor fuerza!
Alberto vuelve a lanzar la cuerda
con mayor fuerza, Marina la agarra, hace un nudo y señala con la mano que espere,
mientras regresa con un balde, pone el paquete de hojas dentro y amarra fuerte
la cuerda al redondel del marco de su ventana. Se escucha el sonido de
helicópteros sobrevolando el vecindario y sus edificios, minutos después, también el de una ambulancia. Marina mira al
cielo con cara de preocupación y se despide de Alberto.
MARINA: Ahí,
va.
ALBERTO: Gracias,
Marina.
MARINA: De
nada. (Cierra su ventana.) El coronavirus nos está matando como a
moscas. De un chasquido y sin más.
Marina
chasquea sus dedos por dos ocasiones con cierta
ironía y luego se dirige a la mesita central, saca la fotografía del retrato de
madera en la que está junto a Ignacio abrazados en la playa de los frailes, se
queda mirando suspendida por varios minutos, se dirige a la cocina, busca un
mechero, regresa y lo enciende cerca del filo derecho de la fotografía, pero la
mecha disminuye abruptamente, y ella intenta encenderla varias veces sin un
resultado positivo. Luego se dirige a la ventana y la abre nuevamente.
MARINA: (Muy enojada.) ¡Diablos, qué buena
suerte la tuya Ignacio, y justo ahora! (Grita.)
¡Disculpa! (Grita más fuerte.) ¡Vecino!!!!
¡Vecino!!!
Alberto saca la cabeza por su
ventana.
ALBERTO: Sí, decime.
MARINA: ¿Tal
vez, tendrás un mechero de cocina? Se me
acabó. Ya no enciende.
ALBERTO: Claro,
ya te paso.
MARINA: ¿Cómo
te llamas?
ALBERTO: ¿Qué?
MARINA: ¿Qué
cómo te llamas?
ALBERTO: ¡Alberto!
MARINA: (Sonríe.) Alberto, me
prestas tu mechero.
ALBERTO: Claro,
me espera unos segundos.
MARINA: ¡Dale! (Para
sí mismo.) Es re buena onda éste chico. Lindo su nombre. Se llama Alberto,
nada mal. No como éste pelotudo. Ya, ni me acuerdo su nombre. Ah sí, se llama Ignacio.
Mi ex…Mi ex marido Ignacio. El nombre era re feo. Nunca me gustó.
Alberto regresa con el balde y le
pasa el mechero.
ALBERTO: Ahí
va.
MARINA: (Con ojos luminosos.) En un rato, te
lo devuelvo.
ALBERTO: No
te preocupes. Me avisas.
MARINA: ¡Gracias,
Alberto! Marina agarra el mechero para encender la cocina. En éstos tiempos de
coronavirus es difícil conseguir un simple mechero. Los quioscos de los chinos
están cerrados; y ahí consigues de todos los tamaños, colores y variedades.
Pero ahora, conseguir un puto mechero es un verdadero milagro. Y, ni hablar las
mascarillas, una misión imposible. Pero la gente se arrojó al papel higiénico,
carritos de supermercado llenos de rollos de papel. (Con rabia.) Como si fueran los únicos con derecho a limpiarse el
culo en el mundo. Y el precio de las mandarinas explotó, por los aires. Más del
doble. (Intenta olvidar, el tema.) ¡Éste
chico es re lindo!, ¿qué hará?, ¿qué escribirá? ¡Diablos, otro escritor! ¡Tengo
una suerte! ¡Sácate esos pensamientos de la cabeza! (Ella
se pasea con el milagroso mechero, antes de llegar a la cocina se detiene abre un
cajón del mueble del salón, saca una cajetilla de cigarros.) En éstos días,
mi corazón se acelera, no hay como fumar, pero estoy muy nerviosa y con
tremenda ansiedad. (Mira su cigarrillo.) Y
éste cigarrillo disminuye mi sistema inmunológico. ¡Diablos!, ¡qué días tan
mierdas vivimos! (Respira.) Hay que
tener calma y paciencia. (Respira.) Así,
lo recomiendan algunos videos on line de sets virtuales de meditación para
encontrarse con el universo, conectarse con la tierra, con el espíritu y el
alma. ¿Pero, qué tierra por Dios? ¿Sí estamos hechos pedacitos? No hay como
salir, ni al parque. ¿Lo pueden creer? Ni al parque. Son éstos tiempos complicados
de pandemia. No hay como comunicarse con las personas allá afuera, solo se sale
para hacer la compra y regresar. Estamos en cautiverios, enjaulados en nuestras
propias casas. Ahora puedo tener una idea de lo que vivió Assange. (Respira.) Me siento apresada y por más
que medite unos segundos…Me olvido, trato de fingir que la situación exterior
no sucede… (Triste.) Cada vez, aumentan
los contagios y la gente va desprendiéndose del mundo cruelmente. Y, el número siniestro aumenta
exponencialmente cada hora en el mundo. Cada vez es mayor…Y, yo me contengo. Me
digo, ¡Respira! ¡Respira! ¡Respira más hondo! Y el pelotudo del Ignacio, decide
éste momento, dónde se expone mi mayor fragilidad, decide largarse. Y me digo, respira hondo y
profundamente. Ya no hay comida en las
perchas de supermercado. Y me digo, ¡Respira!,
punto fijo y concéntrate. Y se escuchan, otra vez, el sonido de las ambulancias,
que vienen a recoger a personas sumamente enfermas confinadas en sus casas, y esas
camas quedan vacías de esas almas doloridas. Y el barrio se vacía por el
coronavirus. Y me digo, ¡Respira. ¡Concéntrate! ¡Punto Fijo! Mientras, los pelotudos de éste gobierno nos
hacen un gran feriado estatal. Y me
detengo, y me repito. ¡Inhala y exhala! ¡Inhala y exhala! ¡Inhala y exhala
conteniendo los pulmones! Y, además, nos están robando cínicamente y éstos
cojudos quieren, que finjamos, no darnos cuenta. Y me digo, tranquilamente. ¡Inhala,
y exhala! Mientras los sanitarios desfilan en primera fila desprotegidos a éste
matadero humano. Y me digo, inhala y exhala. ¡Respira profundo!, inhala y exhala,
vuelve a respirar. Esto no está pasando, es una pesadilla y debo elevar mi
vibración para que solo buenas cosas vengan. Y me digo, inhala y exhala para
atravesar éste universo cósmico y estar en Paz conmigo misma en el mundo actual.
Y me digo, inhala y exhala, mientras aumentan allá fuera las fosas comunes como
en una II Guerra Mundial. ¿Será ésta la tercera? Es ahí, cuando me contraigo, me
da un ligero temblor y me levanto de meditación Zen para volver a encender mi puto
cigarro, y aligerar mi puta ansiedad. (Agarra
el cigarrillo y lo encienda.) ¿Qué mierda es esto? Por Dios, las noticias son
cada vez más catastróficas. Y parecería, que no pasa nada. No será que la
pandemia es un experimento bien armado de bio terrorismo… (Un poco asustada.) Y no nos damos cuenta. Habitamos de forma muy amigable
por ejemplo una III Guerra Mundial, los indicios son clarísimos pero
silenciosos. ¡La puta mierda!, y aún, no sale la vacuna, o será que ya existe, y
mandan al matadero a la gente de forma intencional. Sí lo pensamos, un poco. Justo
están muriendo, la mayoría ancianos en total indefensión. Un virus letal cercena
y se carcome a nuestra especie. Y cómo seres inteligentes, súper avanzados
tecnológicamente como en Japón, se supone. ¿Cómo es posible, que no podamos
contar con una vacuna, o algo para mitigar nuestro propio exterminio humano?
Eso es lo que nos pasa, estamos testimoniando en vivo y directo un exterminio sutil
de nuestra especie, de manera silenciosa y letal. (Irónica.) Digamos, un tanto amigable, si quieren. ¡Es pavoroso!
Algo así, como ir a un campo de concentración en la lucha dentro de un hospital,
como sutil es conseguir un respirador y tirar una ficha de la suerte al destino
y ver si sales libre de ésta. ¡Es horroroso!!!!!
(Comienza a fumar con mayor ansiedad.) ¡Ya
falta cinco minutos para las 8pm!!!! (Marina
deja el cigarrillo a un lado sobre el cenicero, abre su ventana, mira de lejos
a Alberto, le sonríe alegremente y aplaude con más fuerza. Ya es la hora, en dónde
todas las personas salen a aplaudir desde sus ventanas, las paredes retumban de
algarabía, siendo el único sonido eufórico que se escucha durante el día, los
vecinos enaltecemos la heroicidad de nuestros médicos, los que salvan las vidas
de sus pacientes infectados allá afuera. Marina aplaude con muchísima fuerza, haciendo,
que el sonido retumbe sobre las superficies de las paredes. Alberto se acerca, abre
su ventana y aplaude, los dos se miran cómplices de lo que acontece, y al mismo
tiempo contentos por sentirse acompañados de alguna forma de entre todo el
vecindario que aplaude. Se escuchan sonidos eufóricos de fuertes aplausos y el
silencio tenebroso se diluye en el vecindario para dar paso al estallido sonoro
de las multitudes parecido al de un estadio de fútbol. De lejos, se percibe la colectividad
del vecindario liberado por momentos de la idea del cautiverio.)
MARINA: Alberto,
espera un rato (Le hace señales del
mechero.)
ALBERTO: ¡Deja
no más! Mañana, me lo devuelves. No hay lío.
MARINA: ¡Gracias!
(Marina se despide con la mano, cierra la
ventana del salón, recoge nuevamente su cigarrillo, lo sacude y vuelve a
fumar.) Mejor me voy a componer algo.
(Ella apaga su cigarrillo, cae en cuenta que
Alberto ha apagado la luz de su ventana, enciende la de su habitación, sigue sus
movimientos cautelosamente desde lejos y con mucha curiosidad.) Ignacio
solo quería tener sexo. ¡Eso era todo! ¡Qué boudo! Estuvimos casados hasta hace
un par de horas. Lo conozco de fondo y de forma. A ésta hora, debe estar con su
secretaria, seguramente le preparó el plato típico del cortejo, pescado al
escabeche con lechuguita, aceitunas y queso, el plato favorito para salvar a
los muertos. ¡Diablos!!! ¡Qué se coja, a su secretaria en tiempos de
coronavirus! A éste punto, me da igual. Mejor, voy a abrirme una botellita de
vino, a ver si brindo por mi nuevo estado, el de la soltería. (Eufórica.) Desde hoy, ¡Señores y Señores!
(Se va a la cocina e intenta sacar con
mucha dificultad, evidente inexperiencia el corcho de la botella de vino, el
cual se atasca. Ella jala la botella con enorme ímpetu hasta que al fin logra sacar
el corcho por pedazos y abrir la botella para ponerse vino en su desolada copa.)
Ignacio era el que abría las botellas de casa. Bueno, y ya no está. Eso, voy a brindar. Voy a brindar por mi
nuevo estado. (Sale al balcón de su
ventana, un poco alocada, pues en tiempo de coronavirus, la realidad es una verdadera
locura.) ¿Con la puta secretaria? (Agarrando
la copa de vino con mayor fuerza de la normal.) ¡Qué mal gusto realmente! (Le da un ataque de risa.) La vida es
así, caprichosa, a veces hermosa, y otra nos da de trastadas. Pero, ésta vez,
se te fue la mano con el coronavirus. (Mira
al cielo e intenta recordar la letra de la canción.) Así es la vida, a
veces hermosa, y otras veces caprichosa… Y así es la vida. (Se detiene de golpe.) Así es la vida, a veces también ¡Una Mierda!
(Se bebe el contenido de la copa, como si
fuera agua, y vuelve a llenarla otra vez.) Brindo solita, o mejor, no tan
sola. (Abre y sale por la ventana de su
salón.) Brindo señores y señoras. (En
voz cada vez más alta.) ¡Brindo señores! (Estira la mano en lo alto y con euforia.) Desde hoy, y qué se
enteré todo el barrio. (Grita.) Soy
una señorita. Una mujer divorciada. ¡Brindo! Desde hoy soy una mujer libre y
soberana. ¡Divorciada, señores! (Grita
con euforia a los vecinos que están durmiendo.) Qué el mundo se enteré. ¡Me
divorcié! (Y grita más fuerte, hasta que la
señora del séptimo piso del edificio del frente enciende la luz, sale a su
balcón, sin entender bien la situación y le pide que haga un poco de silencio.)
¡Disculpe Esperancita!¡Es qué me divorcié, Esperancita! ¡Soy una mujer libre!! ¡Y
odio, el puto escabeche de pescado!!! (Salta.)
¡Lo detesto, ya no voy a comer jamás más escabeche!!! (Marina regresa con la copa en alto y enciende su equipo de música, canta
una canción improvisada muy bien entonada como la cantante de ópera que es, su
oficio de toda una vida, moviendo sus caderas a ritmo de la música.)
Traicionero de mis noches y quebrantos, pusilánime, no me das, ni la cara…Y, es
que la vida es así, a veces te quiere matar…Y digo, no precisamente de un
susto. ¡Sino de esas grandes desilusiones, dónde hallarás ésta laguna de
quebrantos y dolores!!!! Y, a veces me digo, nada valió la pena. Esos tantos
años juntos, y ni siquiera me das la cara…En ésta tan paupérrima época, de mis
dolores y quebrantos, cuando vamos directo al matadero del coronavirus. (Brinda solita.) ¡Salud! ¡Salud! ¡Salud!
Ni siquiera en éste coronavirus. Nunca, me amaste. Confiesa, solo me usaste.
Antes, te me arrodillabas a decirme que me amabas. ¿Y ahora?… (Se mata de la risa.) En medio de ésta
pandemia te revuelcas con tu secretaria…Y lo peor de todo, me llamas para
contarme. No seas cínico, sinvergüenza. No me jodas más la vida…Ya es muy
tarde, ya es de madrugada…
Alberto enciende la luz de su
habitación pues escucha la melodiosa voz de Marina a lo lejos, las luces de los
departamentos de los vecinos están apagadas. Él aparece en pijama a medio
dormir, enciende su luz, mira a Marina entonada, y ella al darse cuenta de su
presencia se ríe mucho, se contiene con bastante pudor, mientras cierra de a poco
la cortina.
MARINA: Toma
conciencia de lo que hace. ¡Qué vergüenza! Ay no, creo que lo desperté. ¡Qué
vergüenza! Mi vecino pensará que soy la borrachita del barrio o que soy una loca.
(Apaga la luz para disimular un poco.)
Creo, que se me fue la mano. ¡Qué mierda! Hay tanto silencio en época de
coronavirus. Qué se enteré, el vecindario…Que mi ex… (Reafirma con seguridad.) Qué mi ex se revuelca con su secretaria
durante todo el período de confinamiento. Y yo aquí, sin poder ni salir. Ni para
reclamar. (Marina no ha podido dormir por
las preocupaciones, mira como amanece a través de su ventana, se dirige a la
cocina por una taza de café bien cargado, mientras mira cómo se despierta su
vecino Alberto va con el pijama de la habitación a la cocina luego agarra una
toalla y desaparece.) Muy lindo el vecino. Parece, que se va a duchar. (Ella
se coloca de perfil detrás del marco de la ventana.) No quiero, que me vea.
Es lindo, me cae bien el chico. No había caído en cuenta de la preciosura del lindo
vecino. ¿Qué hará? (Se pone un poco curiosa de querer adivinar.
Alberto sale de la ducha con el torso desnudo y semi cubierto con una toalla blanca
se dirige a la cocina y trata de encender la hornilla de la cocina, luego sale
por la ventana, mientras Marina sutilmente se esconde un poco más detrás de la
ventana para no ser registrada por él.
ALBERTO: ¡Marina!!!
¡Marina!!! ¿Estás por ahí?
MARINA: Sí,
decime.
ALBERTO: Me
pasas. (Hace señales del encendedor.)
MARINA: Ay,
disculpa. Te paso enseguida. (Ella va a
la cocina por el encendedor, y se lo pasa por la cuerda en el balde, mientras
tironean de la cuerda sutilmente hasta que llega el encendedor a la ventana opuesta)
¡Gracias, Alberto!!!!
ALBERTO: ¡De
nada!
Alberto regresa a la cocina,
enciende el sartén y se prepara el desayuno. Marina mira con curiosidad cada uno
de sus movimientos con cierta ternura, luego ella se va a cambiar, se coloca
los guantes, la mascarilla y las gafas como si participara de una especie de
entrenamiento espacial, pasa por la ventana mientras es registrada por Alberto.
Ella le mira se ríe y enseña los guantes dirigiendo los manos hacia la calle,
apenas se le mira el rostro, él se ríe un poco y mira como ella sale con su
bolso para hacer la compra de la casa. El aprovecha el momento para escribir
algo en una hoja de papel bond, se demora un poco y se le mira un poco
pensativo, introduce el papelito en el balde y con dificultad lograr pasarlo a la
ventana de Marina. Él registra la llegada de Marina como se mueve por la cocina
deja la bolsa de compras, luego desaparece por momentos, regresa sin mascarilla
y guantes para acomodar las compras dentro del refrigerador.
ALBERTO: (Emocionado.) ¡Marina!
MARINA: (Apresurada sale por su ventana.)
Sí, decime.
Alberto señala el balde, Marina
registra el papelito dentro del balde, lo agarra y lo lee.
ALBERTO: ¿Puedes
a las 6pm?
MARINA: (Muy ilusionada.) Sí,
Alberto.
ALBERTO: Ahí
te escribí la letra, ¿qué te parece?
Marina emocionada lee la letra de
una posible canción con tintes amorosos y no es el clásico de sus consabidos hits
de desilusiones de los recovecos recientes del pasado con su ex marido, sino
más bien, la letra tiene sutiles tintes de confianza con esos aires de certeza
inusitada, un algo indescifrable que apenas inicia.
MARINA:
(Un poco nerviosa.) Bien,
probamos si funciona. Creo, que podemos hacer algo. Ya nos vemos más tarde entonces. (Marina cierra la ventana y se queda
arrimada de espaldas al marco de su ventana.) Muy dulce, Alberto. (Lo vuelve a registrar, sin que él le
perciba.) Una melodía amorosa en
tiempos desolados de coronavirus. Sutilmente, me estoy enamorando. Un nuevo
amor se ha posado en mi ventana.
Madrid, 15 de abril del 2020.
Revisión general, Quito, 05 de septiembre 2024.
martes, 3 de septiembre de 2024
Feminismo, Política y Censura en la Dramaturgia Contemporánea de Ana Diosdado por Nadia Rosero