domingo, 28 de agosto de 2011

Niebla

( Buenos Aires, 27 de agosto 2011)

7.45

Un viento extraño me empuja
laguna de niebla espesa
gotas de agua
latigazo al pavimento
invisible me vuelvo
espesura blanca
murmullos de voces
viento
sopla
la Niebla
en cristales
rotos
(pausa)

7.46
carta rota.
enteramente conciente
ángeles
lloran
los escucho
me gritan
al oído
me dicen palabras
cortas
rotas
cortas
rotas
palabras cortas
palabras rotas
rotas
rotas
rotas
No entiendo
el aire se suspende
y escucho
sus susurros
de cristal

Ellos juegan
con sus manitas
al azar
Soplan
Soplan
Soplan
Antes de jugar

Rota
rota
corta
corta
Juegan
Juegan
Al azar

Me hacen cosquillas
Quiero saltar
Me hacen gritar
Ángeles mírenme jugar
Con el viento
Y el azar

Se ríen,
me río
Son traviesos
Me hacen cosquillas
Ángeles
traviesos
de cristal
libres para volar
juegan conmigo
al azar

7.47

Mis manos se parten
parten
parten
Una grieta
un volcán
Buscan mi mano
¿Qué comer?
comer
Comer

Les digo
No hay nada
Nada que comer
Solo
¿Sincronía?
¿Levedad?
¿Ironía?
¿destino?
y felicidad

lo siento,
ahora lloramos
juntos
lágrimas de cristal

7.48

Memoria
olvido
memoria
olvido.
Me susurran
Otra vez
con lento crepitar
parten en
dos la
memoria
de cristal

Siguen
susurrando
Fragmentos
los ángeles
con
alas
de cristal

7.49
Niebla camino
y no me ven
No se ve nada
¿O se ve?
¿Los has visto?
Te pregunto
¿Los has visto?
Se ve o no se ve
Creo que se ve
Si, se ve
¿Sincronía?
¿Levedad?
¿Ironía?
¿destino?
felicidad

Ángeles
Amárrenme
las manos
en esta
Noche
de niebla
Para volar
En este
vuelo de cristal
Destino
Espejo
Destino
Doble
Doble
Reflejo

(Pausa)

7.50

Niebla
Abismo
Corazón
Tempestad

Breve crepitar
Ulises quiebra
el pavimento
con su baba
de cristal
(pausa)

7.50

Los ángeles cierra los ojos
No sé
¿Será?

Se cortan las pupilas
con vidrios
Viento
sopla fuerte
No estas
Más fuerte
Y no estas
Más fuerte
Y no estas
Más fuerte
¿Vas a llegar?
Dime ¿Vas a llegar?
No puedo esperar más
(silencio)

Coro
Lágrimas
de cristal

7.51

Un golpe
fuerte
fuerte
fuerte golpe
Se trisa la brisa
se trisa el parabrisas
Y el mundo se paraliza

¿Se paralizó en realidad?
No sé
¿Será?
La niebla espesa
no me deja volar

Me estrello
y escucho
una carcajada
de cristal.
Los vidrios
se me incrustan
en las alas
mi pecho tibio
mi sangre caliente
se derrama
en tus manos
Una vez más
Una vez más

Minutos
o horas más
tarde

¿Quién sabe?

Incrustada
me quedo en
en tu parabrisas
de cristal

En una noche
de ausencias

Mucha
mucha
niebla

Por Nadia Rosero

viernes, 29 de julio de 2011

LOBA HERIDA

(Buenos Aires, 05 de julio 2011)
Fragmento 1

Mira el mundo. Acto de furia...

brutalmente se desconecta del árbol…

Su cuerpo se abre...

Dos partes, cabeza loba brillante...

Ojos luminosos ...

Mira el mundo...

Acto de furia...

se desconecta del árbol…

Su cuerpo se abre...

Dos partes, cabeza

loba brillante...

Ojos luminosos

Acto de furia...

se desconecta del árbol…

Su cuerpo se abre.

Dos partes,

Ojos luminosos

corren

corren

sin
parar…

Cuerpo antiguo

se queda en el piso.

Cáscara

fruto marchito.

corren
sin
parar…

corren
sin
parar…

Perdido en el piso.

Cuerpo de loba...loba...loba

Mujer

loba

mira

de

reojo

su cuerpo sin parar

Cuerpo de loba...

Mujer

loba

mira

de

reojo

su cuerpo sin parar

su cuerpo sin parar

se detiene

pocos segundos...

(SILENCIO)

Recuerda

se olvida.

Huye corre,

corre, sin parar...

Nada
detenga.
Agua
desnuda....

Nada
con los peces.
Con los peces de la nada.
Nueva piel, nuevo lugar...

Espacio.
Picotea
agua.

Sumergida acuosa
Delicada, infragante,
pesada, acuosa.
Fluye,
fluye líquido...
Líquido cae.

Viento acuoso cae.
Suave piel
cae
cobija agua.
Chapuzón
cierra la nariz
y abre la garganta.

Respira agua.

agua.
agua.

agua.

Respira
aire.
aire.
aire.

Respira el respiro.

Sumerge en el agua.
respira agua.
Fluye
cabellos flotan
Sol
brilla
interior
Peces colores sin parar
ventana del mundo.

(silencio)

Por Nadia Rosero




lunes, 30 de mayo de 2011

Margarita Vidal viaja en el Subte B

Por Nadia Rosero
(31 de mayo, Buenos Aires, 2011)

Me dicen Margarita Vidal tengo veintidós años nací en el ochenta y nueve. Mi cuerpo es delgado y alargado parecido al de una Jirafa. Mis cabellos son negros, rizados, mis ojos color miel. Hoy me levante de la cama temprano. Voy al baño, me lavo la cara, me cepillo los dientes, me miro al espejo para reconocer un pedazo difuso de mi misma. Entre dormida, despierta agarro la llave de casa y salgo a la calle. Aturdida en pijama camino por las calles de Buenos Aires. Mi pies desnudos se mezclan con los vidrios del suelo. Siento el polvo de las calles, el olor a mierda de perros, pequeñas lagunas de agua mojan la superficie de las veredas. Paso por el kiosco sin muchas ganas de nada, me detengo en la vitrina de la librería para ver los ejemplares nuevos. Ahora estoy cerca del almacén de ropa interior femenina. Sería bueno renovar el ropero, pienso. Una música espontánea llega a mis oídos cuando veo los acetatos de Gardel más adelante. Me acuerdo por momentos de Ángel. Mi pijama transparente, mis piernas alargadas. Camino sin saber a dónde ir. La brisa me transporta a una calle de semáforos coloridos. El sonido de vehículos es estridente. Sombras de personas ausentes pasan continuamente. Detengo mis pasos, el aire me suspende entre la calle y los edificios. El bullicio de letreros me aprisiona los ojos. De pronto mi mirada se congela en una figura masculina, huesos delgados y largos, camiseta roja y rizos cortos. Es tan parecido a Ángel, pienso. La prisa lleva al individuo lejos a cada paso que da. Sus pies flotan con cierta musicalidad. Gira por una esquina cercana. Lo sigo sigilosamente con cierto temor y ansiedad. Mi corazón late fuerte. Sigo viendo su espaldas. Entra a una panadería, le espero. Sale con una funda blanca plástica, parece pan ¿Quién sabe? Siento pudor por esta situación. Mi mano se queda suspendida en el filo de la ventana del Cabo café de la esquina. Giramos en círculos. Cruza la calle con ligereza, el semáforo está en verde. Los vehículos aceleran su paso sin dejarme cruzar. La imagen de Ángel es lejana, fría y distante. Cada latido de mi corazón, un segundo más lejos. El sigue en línea recta, lo miro de lejos. Y mis pies me aprisionan al cemento ¡Cruzar sería un suicidio! Otros transeúntes esperan igual que yo. Espero, no con la misma impaciencia. ¿Como decirle a Ángel que no se aleje? Un grito silencioso se me atora en la garganta y estrangula mi esperanza ¡Maldito semáforo, cambia de color! Por fin puedo cruzar cuando el muñequito de piernas abiertas cambia a un blanquecino pálido. Un animal salvaje se apodera de mi. Corro, como si fuera a cazarme esta ciudad devoradora con una flecha. Corro, corro, corro. Nadie me puede detener. Mis pies se amortiguan, casi no los siento. La calle es toda mía. Mi corazón se acelera, mi respiración es repetitiva y entrecortada. Me sudan las manos. De un frenazo me detengo. Lo vuelvo a ver como si nada. Continúo por la calle Sánchez de Bustamante. Un imán alegre me lleva hacia él. Ángel entra en una librería transita con su funda plástica; cargado de libros. Un enigma de letras lejanas y dispersas percibo de lejos. Sigue de espaldas ¿Será Ángel? Qué ansiedad la mía, aún no veo su rostro. Regresa a la calle corrientes y baja por la escalera del Subte B de letrero rojo. Nuevamente cruzo la calle. Estoy en la entrada del subte, un joven de gorro detiene mi paso para darme una hoja para aprender inglés. ¿Aprender Inglés? Pequeñas palpitaciones de alegría me invaden, cuando sigo las huellas que deja en el piso ¡Mi pequeño Ángel! Bajo las gradas y sigo el laberinto subterráneo. No pierdo de vista su camiseta roja. Su espalda se vuelve seductora.
Llego a un pasaje largo, un cartonero duerme un sueño profundo en un colchón de penas. Un nudo de periódicos viejos lo envuelve. Sigo por la derecha, varios desayunan bocaditos de medio día con bastante placer. En el centro maniquíes mutilados, piernas boca abajo muestran medias brocadas de moda.
Al fondo veo una boletería para cargar peajes. No tengo tiempo de sacar un boleto. Distraigo a los guardias de seguridad y me paso. El dinero atora la felicidad, no tengo que dar explicaciones de mi vida, me digo a mi misma. Llego a la escalera eléctrica ¡Maldita sea, cocodrilos enormes, deténganse de una vez! Me trabo y me destrabo momentos antes de dar el primer paso. Regresan mis miedos de infancia. Me van a comer los cocodrilos. ¡Tengo miedo! Mi pies desnudos se diluyen entre sus dientes en esta escalera eléctrica. Un remolino de gente está por llegar. Al fondo, una mujer de cabellos largos lleva su bebé en brazos. Llanto incontenible de la madre por una míseras monedas, su criatura amamanta un biberón de Coca cola. Cargo de conciencia interior, sentimiento de culpabilidad. Cierro los ojos, bajo. Respiro, respiro llego al otro lado de la escalera. La madre y su bebé me reclaman en silencio. Llego al corredor de la parada. Ángel camina tranquilo hacia el fondo, su sombra se aleja. El corredor es largo, infinito. Iluminado de un amarillo intenso. En el centro hay un agujero lúgubre una fosa profunda… Un espejo doble refleja e invierte de norte a sur a las pasajeros que esperan en el andén del frente.

Ángel está parado en el filo, con impaciencia mueve un poco su pie y mira de reojo el reloj junto a la televisión en el aire. Hablarle parece tarea imposible. Pienso, hace mucho que no veo a Ángel. Cierro los ojos y recuerdo pequeños fragmentos. Su huella húmeda en mi almohada. Su cuerpo frente al mío. Su respiración que emerge del interior de la sábana. La sensación de calor, el placer que provoca su cabeza en mi falda. Cuando se despide con una tacita de café en la mano. Recuerdo súbitamente el día en que sus lágrimas caían, la pena acariciaba su corazón. Compartía sus secretos de infancia conmigo y eso me daba tanta ternura, felicidad y complicidad. Le acariciaba en silencio con abrazos inextinguibles. Quería calmar su soledad del pasado ¿Seguro es Ángel?¿Es él, es él? El viento del destino lo trae de regreso ¿Es él que se fue, el que llega, el que está, el que aparece, el que esperaba? No lo sé. Sigue de espaldas puedo ver un cuarto de su perfil. Un sonido grave anuncia la llegada del subte. Las puertas se abren. La incertidumbre me aprisiona. Ángel ingresa al vagón antes que yo. Este atolladero me lleva de derecha a izquierda, un remolino de pasajeros con deseos de bajar y subir para llegar a casa ¿Quién sabe? Se cierra la puerta, trato de acomodarme en un espacio reducido. Un miedo gigante me paraliza estoy tan cerca. Me quedo suspendida en el aire ¿Cuál es el principio de esta película, el medio?, ¿tendrá un buen final? Finjo no verlo. El suspenso sostiene a la catástrofe… ¿Qué hago ahora? Tan cerca y tan lejos a la vez. El vagón se detiene en Uruguay. El tiempo es un halo de confusiones intermitentes. Se bifurcan el pasado con el futuro, cada vez que se abre y se cierra la puerta. Los kilómetros se reducen a centímetros ¿Será o no Ángel? Se vira para sentarse. Estamos en Callao. Veo su rostro al fin entre la multitud de cuerpos que se tambalean a su alrededor. Una lágrima nubla mis pupilas. Ligeras gotas invisibles caen. No quiero que mire mis ojos de animal degollado, frágil y sensible. Un laguito de agua se forma en el suelo. Me orine. El está tan seguro de si mismo. Dudo que me reconozca, hace tanto tiempo que no lo miro. Ahora paramos en Pasteur, la anciana de joroba y canas luminosas con su bolsito se baja lentamente. El lugar queda vacío, unas maripositas recorren mi barriga. Me siento y simulo no verlo, ¡ Otra vez! Lo percibo con el rabillo del ojo. Su respiración y cercanía me produce calor. El está obnubilado en sus pensamientos. No tiene curiosidad por mí. El calor envuelve nuestros cuerpos en una burbuja de cristal imperceptible. Estamos en Pueyrredón, miramos al frente como fantasmas. Quisiera golpearle al viento para sacarlo de ese lugar. Noto levemente que ha envejecido. Estoy más cerca de lo que piensas, le digo en un conjunto de palabras silenciosas que no salen de mi boca ¡Recelo total! Permanecemos juntos en este viaje subterráneo de personas que cambian continuamente ¿ Cambiaríamos nosotros? De Medrano llegamos a la parada de Ángel Gallardo. Las puertas se abren nuevamente. El mundo se mueve en cámara lenta. Una lluvia de balas rebota contra los metales, agujeros de fuego se dibujan en los cuerpos de ángeles que caen de los techos. Se estrellan como fichas de ajedrez. Intento reconocer sus rostros, no lo logro. El sonido taladra mis oídos. A través de la ventana veo una cueva negra entrecortada. Una tempestad de alfileres venenosos nos picotean con ansiedad el cuerpo para dejarnos secos y sin aliento. Me pongo como escudo para protegerte. Ángel me mira abruptamente las palabras no le salen de la boca. Una mirada dubitativa se suspende en el espacio. Rebotamos en una colchoneta de vida y muerte, pequeños espasmos. Mi cuerpo se debilita arrastro sangre por las paredes. Soy una muñequita fragmentada de sangre caliente que se coagula. Mis labios se ponen morados, un leve temblor se apodera de mi boca, las vellosidades de mi brazos se paran de punta. Mis ojeras evidencian palidez, la azúcar de mi cuerpo baja. Miro a Ángel que se desvanece, capullo herido en mis brazos, ave frágil sin hogar. Apenas puedo tocarle. Caigo en un espasmo final a su lado. El vagón sigue detenido. Unas manos violentas arrastran nuestros cuerpos. Pierdo la conciencia. Abro los ojos son las 3.30 de la mañana todo sigue oscuro. Sigo en la misma habitación. Un vientecillo helado recorre mi cuerpo ¡Pesadilla infernal! Me tranquilizo cuando toco los cabellos de Ángel. Está dormido en mi cama y sigue enseñándome su espalda.

miércoles, 13 de abril de 2011

Aerodino de ala fija

Subir y trasladarse en avión es una sensación bastante extraña. Una máquina que vuela, un invento concreto y moderno. El deseo de suspender a la humanidad en el aire ya lo imaginaba Leonardo Da Vinci en sus esbozos sobre rotores, trompos voladores; y en un futuro es muy probable que lleguemos a la luna... Las personas nos transportamos de una dimensión a otra, a vuelo de pájaro. Dentro del aerodino vamos sentaditos con el vértigo de los despegues contemplando la belleza de las nubes a través de la mini ventana parecida al ojo de buey de los barcos. Antes del despegue en un micro segundo, el pensamiento nos presiona con ideas fatídicas ¿Qué pasaría si… o qué pasaría sino… bueno si algo pasa con el artefacto en cuestión? Y aparece la pantallita de video con el manual de instrucciones para usar en caso de emergencia ¿Cómo usar la máscara de oxígeno?, acompañada de dibujitos tinta negra con el amarillo fulminante de los flotadores. Paso seguido aparece la azafata haciendo señales y movimientos con los brazos estirados para indicarnos las salidas de emergencia; una pequeña coreografía de movimientos concretos y sincronizados pero muy cómicos en su contexto.
El vaivén de la suspensión continua e imperceptibles son sus turbulencias… En mi caso particular pasando por Perú para llegar a Ezeiza, un lunes a primera hora de la mañana.
La gente está a reventar, una cola interminable en zigzag para salir con las maletillas, agotador por la espera… En el remix, me encontré con un gracioso conductor, un poco serio, me contaba que tiene pánico a los aviones, aunque transporta permanentemente a todos los pasajeros que llegan de vuelos internacionales. Ni pagado se sube a uno, dice el señor, ¡Ni pagado che, prefiero manejar días enteros por la carretera o que me inyecten somníferos para dormir! En medio del viaje, el taxista agarró un papelito para explicarme su teoría sobre el aerodino de ala fija; lo suspendió en el aire y yo suspendí mi mirada también. ¡Mire lo que puede pasar! dijo. De repente lo soltó sin más, el papelito cayó, la gravedad lo empujó al suelo de una sola. Se me hizo un pequeñísimo nudo en la garganta; acabó de bajarme de uno, ya se imaginaran… Y sin más, boom pataplaf, yac, tum, no existe, chao se acabó… el papel cayó muy fácilmente y murieron todos los pasajeros, así de rápido el artefacto desaparece... Llegamos a casa, me ayudó con las maletas y me dio el mismo papelito, que era su tarjetita de presentación para servicios de transportación…

Cuál Ícaro esperando no derretirme frente al sol esperaba en las puertas del edificio… Y pensar sobre la simultaneidad de los acontecimientos… Hace poco tiempo estaba en Quito con calle distintas, mis conocidos amigos y vecinos. Y ahora, otra realidad se mueve frente a mis ojos, un cúmulo de pulsaciones simultáneas me rodean… En este preciso momento, alguien abrirá una puerta, alguien se tomara una pastilla, alguien se lanzará en la piscina, alguien escuchará una canción, alguien gritará por un dolor, alguien esbozará una cálida sonrisa, o verá el semáforo para esquivar los coches, alguien tomará una foto turística, o caminará recordando alguna imagen o alguna palabrita suelta, alguien hablará por teléfono, alguien conducirá el Bondi, alguien leerá un periódico, alguien mirará las palomas en una placita, alguien chupará un helado, alguien se fijará en un desconocido guiado por su curiosidad. Las posibilidades de movimientos son infinitas y múltiples. Fluyen con cierta sincronía en el espacio ¿Tu por ejemplo, qué haces en este momento?, un pensamiento flotante guía nuestras voluntades ¿No lo crees?…Será que los aterrizajes son demasiado rápidos y nuestras percepciones visuales cambian rápidamente. Tengo la sensación de haber puesto pausa en la película, regresar, poner play para seguir viajando dentro de ella… Las personas siguen en movimiento y cuando apareces, te vuelves testigo de su existencia y supongo yo también bajo su miradas, algunas personas siguen en el mismo lugar y es extraño la sensación pero inquietante a la vez… ¿Qué es real en este mundo? Aparentemente se vuelve presente cuando lo miro a través de mis ojos e imaginario cuando algunos bocetos se dibujan en mi cabeza…. Nuestra creativa masa encefálica guarda pequeños recuerdos de distintas formas…Es raro parece que no te hubieras ausentado en ningun momento...


Disfrutando de una brisa muy exótica que se mueve por todas partes, parece una playa paradisíaco pero a un estilo muy citadino. Las calles ya no me saben tan extrañas como el impulso inicial al contacto de lo enteramente nuevo, pero hay magia por todas partes... Una energía vital se mueve… Espero seguir volando en mi aerodino de ala suelta y sin certezas zambullirme en el movimiento…


Por Nadia Rosero
12 de abril 2011