La calle corrientes está llena de librerías, carteles publicitarios a gran escala, una pantallita de video. Hay mucho movimiento. Un rostro, otro, un rostro, otro, un rostro, otro, un rostro, otro. Uno, refleja preocupación, alegría, desconcierto. Qué se yo.
El de una mujer madura me llama la atención, por sus arrugas naranjas que se hunden en el fondo de su piel, creando surcos, un dibujo continuo, montañas sobresalen de su cara, un bronceado artificial en una máquina para borrar las huellas de una vejez calavérica. La saliva seca se le pega en la comisura de los labios deshidratados. Un rubio teñido con raíces negras da cuenta de un árbol postizo en su cabeza. Y disimular como los huesos se pegan más al cuerpo…
Uno baila un popurrí visual, colores intensos, distintos, variados. Empieza a filmar micro películas con una cámara invisible, la de los ojos. Los segundos se congelan. Hago stop ¿Puedo hacer rewind? El instante tiene la particular belleza de ser único. No se repite. La secuencia, no, no, no y no se repite. No hay una segunda oportunidad de vivirla. La vida va como un flechazo hacia delante. Miro atrás, hay huellas, huellas, huellas del segundo anterior, un instante después.
Sí alguien repite el circuito en la semana y pasa por esta calle, supongamos al número 1543. Es improbable, que camine a la misma hora con la misma ropa, actitud, pensamiento, estado de ánimo...
Corrientes se vuelve un cine continuo, un número infinito de películas sin filmar.
Voy a llevar mi silla de espectadora, colocarla en el centro de la avenida, mientras los vehículos pasan, pasan y pasan. Para observar lo impredecible.
Lo que vi y ahora no está. A una mujer vestida medio de gala le lanzan chorros de agua fría a manguerazos, tradición de los graduados o los recibidos.
Un hombre musculoso y fornido. Lleva un tatuaje de rosas rojas dibujadas en el brazo izquierdo, sobresalen ramas verdes, se vuelva una pintura en movimiento.
Hay varias vitrinas con las novedades de temporada. Y no pueden faltar los cafés, tantos cafés.
Para los depresivos, existenciales, nostálgicos, ansiosos, catárticos, en crisis, turismo. Para buenos y malos conversadores, citas amorosas y coqueteos, lugar de baila para el intelecto.
En fin, un lugar para la transmisión de palabras, ideas y pensamientos. Para los encuentros y desencuentros.A veces, me parece que en el aire, flota un cúmulo de palabras invisibles, a manera de ecos prolongados, que vuelan de una boca a otra. Cada individuo dentro de un café lleva un equipaje de madera, una pequeña caja invisible, en la que guarda sus quilombos propios; caídas, levantadas, recuperadas. Me gusta la fantasía de Buenos Aires, me alucina su inconciente y la lluvia de ideas que vuela en el ambiente...Un popurí de imágenes contínuas
Es la zona de teatro comercial...Sin palabras
Una pausa para pasar a hablar de El Señor Topo...
En corrientes vive el señor topo, el que se refugia detrás de su caseta de metal. Vive
con la palabra impresa atiborrado de revistas muy peculiares. Se levanta temprano en la mañana. Tienes las noticias calientes de primera fuente. Se refunde en un banquito de madera y alrededor suyo un mural de objetos miniatura apretujados y variados: Revista Ñ, Página 12, la cuasi infaltable guía T, revistas porno, el cuentos de la cenicienta y su Príncipe azul, un recetario de cocina, filosofía existencialista, arreglar tu jardín hoy, vida de farándula, ¡Guau! No lo puedo creer, Cecilia XXX es anoréxica- ¡Qué calamidad! y las maravillosas estatuillas en miniatura de Obi wan Kenobi, princesa Leia, Darth Vader. Evita y el peronismo, el infaltable Che. La caseta se vuelve una pequeña casa rodante en venta.
La casa rodante tiene una variedad de materiales, para cualquier necesidad espiritual, existencial, cultural. Para cualquier apático o intrépido transeúnte. El señor Topo conoce bien a sus vecinos. Charla con un mate en mano… Ya leyó fragmentos del Página 12, ya pasó por las porno, ahora está en cenicienta, más tarde escuchará a los Beatles en su celular. En la noche, muy entrada la noche, recoger los material muy prolíjamente para cerrar el kiosko. Para ver a su señora esposa…Es mi amigo cercano , me saca de apuros cuando giro en círculos por la misma calle, o necesito saber por donde pasa determinado colectivo para llegar a una dirección particular.
Acá algunos instantes que pude capturar con la camarita…
Contemplo una ceguera masiva hacia los hombres invisibles. Los que arrastran su colchón para dormir con las migajas de un mendrugo de pan tieso a cuestas. Esas fotografías me las guardo en la retina. Son invisibles y muy visibles para mí. No las hice, por mucho pudor y respeto. Tal vez algún día me anime, pero por ahora no me siento preparada para ello…
By Nadia
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