Soy extrañamente feliz con esta foto...
Estallido multicolor, pluricultural, fotográfico y diverso
se dio en el taller fotográfico de Marcos López realizado en el Centro Cultural
Metropolitano situado frente al Palacio Presidencial en la conocida Plaza de
Independencia cuyo monumento constuido a los próceres de la Independencia de 1809 fue
propiciado por el mismísimo Eloy Alfaro, ahí se erige en el centro una
escultura con la bella dama de la Independencia llevando la tea en su mano izquierda, símbolo de la luz del conocimiento, acompañada
del cóndor liberado de las cadenas de la opresión y castradora colonización; y el
león fortaleza implícita de la liberación de un pueblo sometido.
El taller fotográfico
con Marcos López en Quito, mágico, inesperado, los acontecimientos sucedieron deprisa, los buenos momentos son así se fugan,
quedan huellas y memorias… Más aún, cuando escribo sobre huellas, que parecen
diluirse extrañamente y aprisa en un pasado tendiente a tragarse las vivencias,
convertirla en flashes, estallidos de imágenes, en fin sabios recuerdos; y las fotografías se convierten en pactos silenciosos con el
tiempo. ¿Se quedaran los recuerdos
suspendidos en algún pedazo del universo del centro de Quito? Flotando en el aire, ¿Se convertirán los recuerdos en partículas borrosas de los
seres en continuo transito? Ahora mismo en este actual instante...¿Se quedarán sabios
recuerdos en una memoria fragilidad?, ¿Quiénes son ahora los testigos
de las multitudes, diversas, la pluricultural y su coexistencia? Los transeúntes habitan en un cruce
continúo. La fotografía se convierte en una especie de acto mágico- shamánico,
catártico cuya particularidad está en
ese misterioso poder de preservar y pactar con el tiempo una alianza y guardar los instantes, sean
estos reales o ficciones recreadas, al trasponer esos cuerpos, rostros diversos
no tan ajenos con sus particulares en un espacio memorable, dando la ilusión de
una observancia permanente en esas huellas de la realidad fotografiada. Transitó en estallidos
de abrupta nostalgia… En esta zona de Quito transpira esa pluriculturalidad
embriagante. Ancianos en la bancas leyendo periódicos de fechas vencidas, jóvenes enamorados besándose acompañados de
espumillas de alcohol, los perpetuos tomadores de sol, los predicadores bíblicos
de repetidos discursos dogmáticos, las azafatas del turismo vestidas de azul, los turistas tomándose fotos
frente al emblemático monumento o en la entrada de la iglesia, las jóvenes
madres indígenas vendedoras de chalinas de colores, el señor vendedor con su
carrito de espumillas, la señora con su surtido y variado canasto lleno de
golosinas, los abogados con portafolios, corbatas rojas, pancitas, poco cabello,
zapatos lustrosos cruzando las plazas en lagunas burocráticas y adormecidos trámites, los niños lustrando y remodelandos los zapatos viejos. Un popurrí colorido de realidades diversas
cruzadas en sinfonías inconclusas...
A
este vaivén mega diverso y tan quiteño llega Marcos López con su gorrita de
lana roja, mochila, a dejarse permear
de la realidad de la ciudad y sumergirse en esa piscina de múltiples
existencias entre un Palacio
Presidencial, una iglesia, el cruce permanente de multitudes, y entreacto el Centro
Cultural Metropolitano. Durante el encuentro se realizó una charla, la cual
casi me pierdo, no había espacio disponible,
allí Marcos amablemente
compartió su devenir fotográfico mientras subía y bajaba de la silla, como actor- performer imbuido
en su propia obra y contar su devenir fotográfico, el
surrealismo criollo, el Pop latino, el patito amarillo de hule en
múltiples versiones y amplificados tamaños, “Il Piccolo Vapore” la cantante de
tango de labios rojo y sin zapatos comiendo pasta fría con fondo de un músico con el bandoneón, la venta de panchos con
fondos amarillos, Carla la hermosa cautiva, Amanda la mujer de los cuquillos, “El cumpleaños de la directora” la relación
católica y restricciones dogmáticas en la formación académica, las publicidades de adidas fotografiadas que transitan entre la
marginalidad y la pobreza, el infaltable ekeko acompañado del altarcito ritual de peticiones, bendiciones
para soportar la realidad, el retrato del boxeador con salchichas, los dos
Fridos unidos por un líquido sanguíneo en un hospital, la película de Ramón
Ayala, la conexión pictórica con Diego Rivera, Frida Kahlo, la presencia espiritual
de Martin Chambi, Andy Warhol, el dibujo de Nastassja Kinski, la bella historia de Paris Texas de Wim
Wenders, Edward Hopper, Mapplethorpe entre las múltiples visiones artísticas, que
transitan el universo de Marcos como amuletos inyectados a las venas o espíritus brillantes acompañantes
de sus travesías, un amalgama para darle forma al caos y convertirlo en sus universos propios.
El taller era una acción artística permanente in situ. Marcos nos muestras una gigantografía de sus fotos y llega con una maleta de vestuario a lo Pop Latino, dónde atesora ropajes de colores estridentes y tropicales que usa en sus fotos, para darle vida a sus personajes, habitar las puestas en escena como ritual - fetiche en un pasado. Luego, como acto de magia desaparecen los cuerpos de los vestuarios, fantasmas de una misteriosa ilusión psicodélica y de final impredecible, cuando las maletas se cierran, él regresa a casa cargado de sus tereques y nosotros nos quedamos con una maleta de ilusiones artísticas... Ahí en clase se daban las pruebas de vestuario, unos dibujo de una idea de matrimonio, una posible rockera o Heidy. Inicia la acción fotográfica, el retrato colectivo de los señores y señoritas vestidos de azul del Centro Cultural Metropolitano con guantes amarillos fuertes, nuestra foto colectiva “Las y los talleristas concentrados y emocionalmente comprometidos”, la importancia y colocación de las manos como un juego a lo Mona lisa, luegos, las posibles locaciones, las personas a colaborar en los retratos.
El taller era una acción artística permanente in situ. Marcos nos muestras una gigantografía de sus fotos y llega con una maleta de vestuario a lo Pop Latino, dónde atesora ropajes de colores estridentes y tropicales que usa en sus fotos, para darle vida a sus personajes, habitar las puestas en escena como ritual - fetiche en un pasado. Luego, como acto de magia desaparecen los cuerpos de los vestuarios, fantasmas de una misteriosa ilusión psicodélica y de final impredecible, cuando las maletas se cierran, él regresa a casa cargado de sus tereques y nosotros nos quedamos con una maleta de ilusiones artísticas... Ahí en clase se daban las pruebas de vestuario, unos dibujo de una idea de matrimonio, una posible rockera o Heidy. Inicia la acción fotográfica, el retrato colectivo de los señores y señoritas vestidos de azul del Centro Cultural Metropolitano con guantes amarillos fuertes, nuestra foto colectiva “Las y los talleristas concentrados y emocionalmente comprometidos”, la importancia y colocación de las manos como un juego a lo Mona lisa, luegos, las posibles locaciones, las personas a colaborar en los retratos.
La más bella foto de la cual disfruté montones fue la de las jóvenes indígenas con sus ponchitos de colores habitando en una bella luz de
atardecer de ensueño, irradiaban ellas su porpia luz brillante y pura, una de ellas estaba acompañada
de su nene, tal vez de dos años, cerca de la pileta había una energía
especial, misteriosa, el agua apacible en movimiento, la mujer selvática con fondo
de tigresa de flores amarillas en el pecho, la chica maquillada con fondo rosa
y mandarinas en los brazos, la virgen colorida de estrellitas en movimiento,
cuadro tras cuadro, escena tras escena, una imagen se desvanecía y daba origen
a la siguiente, una opuesta a la otra o distinta.
Un tigre exótico rumiaba y transitaba silenciosamente en las
calles quiteñas, mientras Marcos López nos sorprendía con días impredecibles, sacándonos de
una realidad para habitar en su mundo ficción, personal mezclado de nuestra realidad.
Llegaba ahora sí la fotografía en una locación, un escenario vivo y real, la
peluquería y Marcos caminaba con varias ideas, acumulando objetos iba y
regresaba comprando cositas faltantes para
el cuadro, los compañeros daban
tratamiento a los fondos; los objetos no se dejaban liberados tanto al azar, sí
en la mezcla pero no tanto en la ubicación en la escena, parecían acoplarse unos con otros. Así se formaba, el cuadro pictórico- fotográfico, una puesta en
escena de peluquería, acciones reconstruidas sobre la realidad representadas en el momento, y
entablar un dialogo permanente entre la peluquera, sus varios clientes y clientas, las uñas
pintadas de negro de una chica, un altar con el Divino niño rodeado de binchas coloridas de peluquería,
los personajes ubicados en distintos planos, el cuadro se iba armando como un
rompecabezas, en donde las fichas calzan de forma creativa en una interacción y
acción contante entre participantes, objetos de peluquería, el fotógrafo, la
iluminación, los compañeros, la maquillista.
En varias horas, la superficie de un lienzo vacío se iba cubriendo de personajes, para algunos participantes del cuadro, ese era su espacio real de trabajo diario, otros eran invitados a formar parte del imaginario creado, varias cámaras se disparaban desde diferentes ángulos tratando de testimoniar visualmente la construcción de la escena antes durante la composición…In situ se formaba un universo paralelo, lo ficcional del cuadro pictórico fotografiado, creado por Marcos minuciosamente y el tránsito por el umbral de la puerta hacia la realidad de la calle, tal cual sin intervención seguían los movimientos; adentro se gestaba ese mágico momento ahora guardado en una fotografía. Las personas del barrio se acercaban a curiosear, querían saber lo allí sucedía, hasta confirmar sí podían hacerse un corte de temporada. Al día siguiente, los retratos en el centro de la plaza, un hombre vestido de amarillo, la adolescente de vestido rosa de fiesta, una bella indígena, ahí con los rebotes de luz, mis compañeros moviendo el fondo rosa, o el amarillo, en una caja de madera, especie de pódium apoyaban el brazo; Marcos seguía fotografiando.
Ahí es cuando tomamos una rápida foto con fondo de flores rosa, el cierre de taller, en realidad, no lo era para Marcos, quién continuaría fotografiando la ciudad quiteña hasta los últimos momentos con su sensibilidad, sus contradicciones, su dominio técnico y artístico; y la inconformidad como potencial creativo. Soy feliz al participar mirar la intensidad de un hombre que busca y sigue buscando en el fondo del mar, en el cosmos, en el universo, en un país, en una ciudad para sacar lo que nos cobija, como las cobijas de tigres que trae consigo, abrigan o acurrucan en la noche, sacar lo que representa, lo que habita, lo que transita mediante las imágenes. Como acto visceral de extraer los elementos de la realidad y construir sus cuadros pictórcios fotográficos reflejos de las coexistencia de universos paralelos. Vivir el Pop Latino enraizado en carne propia, trasladado a los paisajes Latinoaméricanos, como suerte de performance. Marcos cobija, la desnudez pluricultural de Quito con su Pop latino de colores chillones en una fiesta popular indefinible de salón de belleza, retoque popular, donde la mixtura diversa de cuerpos, formas, colores, vidas, uñas, leones, el infaltable altar, las bendiciones del Divino Niño construyen ese universo paralelo …
En varias horas, la superficie de un lienzo vacío se iba cubriendo de personajes, para algunos participantes del cuadro, ese era su espacio real de trabajo diario, otros eran invitados a formar parte del imaginario creado, varias cámaras se disparaban desde diferentes ángulos tratando de testimoniar visualmente la construcción de la escena antes durante la composición…In situ se formaba un universo paralelo, lo ficcional del cuadro pictórico fotografiado, creado por Marcos minuciosamente y el tránsito por el umbral de la puerta hacia la realidad de la calle, tal cual sin intervención seguían los movimientos; adentro se gestaba ese mágico momento ahora guardado en una fotografía. Las personas del barrio se acercaban a curiosear, querían saber lo allí sucedía, hasta confirmar sí podían hacerse un corte de temporada. Al día siguiente, los retratos en el centro de la plaza, un hombre vestido de amarillo, la adolescente de vestido rosa de fiesta, una bella indígena, ahí con los rebotes de luz, mis compañeros moviendo el fondo rosa, o el amarillo, en una caja de madera, especie de pódium apoyaban el brazo; Marcos seguía fotografiando.
Ahí es cuando tomamos una rápida foto con fondo de flores rosa, el cierre de taller, en realidad, no lo era para Marcos, quién continuaría fotografiando la ciudad quiteña hasta los últimos momentos con su sensibilidad, sus contradicciones, su dominio técnico y artístico; y la inconformidad como potencial creativo. Soy feliz al participar mirar la intensidad de un hombre que busca y sigue buscando en el fondo del mar, en el cosmos, en el universo, en un país, en una ciudad para sacar lo que nos cobija, como las cobijas de tigres que trae consigo, abrigan o acurrucan en la noche, sacar lo que representa, lo que habita, lo que transita mediante las imágenes. Como acto visceral de extraer los elementos de la realidad y construir sus cuadros pictórcios fotográficos reflejos de las coexistencia de universos paralelos. Vivir el Pop Latino enraizado en carne propia, trasladado a los paisajes Latinoaméricanos, como suerte de performance. Marcos cobija, la desnudez pluricultural de Quito con su Pop latino de colores chillones en una fiesta popular indefinible de salón de belleza, retoque popular, donde la mixtura diversa de cuerpos, formas, colores, vidas, uñas, leones, el infaltable altar, las bendiciones del Divino Niño construyen ese universo paralelo …
Marcos es un gran artista retrata las
convergencias, cruce de esa ambigua y apoteósica pluriculturalidad latinoamericana en reflejos universos poéticos, donde realidad y ficción transitan de la mano, y el cruce de la realidad con el arte convergen en una puesta en escena mitológica y fantástica huella de lo real.
Mis compañeros de taller al estilo Monalisa de Da vinci por Marcos López
No hay comentarios:
Publicar un comentario