En la luz, al cerrar los ojos, el vacío, el silencio. He
mirado todas las entrevistas posibles de Tato Pavlovsky el día 04 de octubre como
un acto fallido sobre la lejanía, de esa irrevocable ansiedad de negarse a la ausencia,
esa necesidad de revivir los recuerdos con esas entrevistas pregrabadas para escuchar,
una voz como aliciente. Cuando observamos fotografías de relevantes autores,
dramaturgos de otros tiempos, los admiramos, idolatramos por su contribución al
mundo, pero cuando habitamos en el presente actual y esa ausencias de quien conocemos se presentan, inevitable es temblar,
percibir un profundo sentimiento de dolor…
percibir un profundo sentimiento de dolor…
Es así, cuando nuestros héroes de carne y hueso se alejan de
esta tierra, luego de brindarnos la vibración más alta de la vida, la que
alienta, la que inspira, la que seduce, la que empuja, la que lleva al ingenio,
la que crea lo sólido y auténtico. Eduardo Pavlovsky es un árbol de tronco
grueso, inamovible, sus raíces son tan profundas, aletean en el fondo de la
tierra. En la superficie sus brazos, revolotean en ramas para tocar las nubes.
Es así, lo siento, como un hombre inamovible, inquebrantable de profundas convicciones políticas y artísticas. De cabellera banca como la nieve, de una voz tan ronca, sincera, feroz como la de un volcán en erupción, una caverna insondable, de la que brotan sólidas frases expandidas por el aire en vibración perpetua, que hace temblar el alma con esa profunda veracidad.
Él camina, como ese tronco sólido, lo recuerdo bien. Hace muchos años, miré su monólogo en la Casa de la Cultura de Quito. A la salida del teatro en una mesita cobijada de mantel blanco estaban sus libros de dramaturgia y teoría teatral disponible para los interesados. Ese día en el escenario, llevaba, un suéter de cuello abierto, de un celeste claro, un pantalón de una tonalidad entre crema y blanco fue hace muchos años. Salía a las tablas e iniciaba la obra vestido del cotidiano, confundiendo al espectador, era él o el personaje, que iba a narrarnos la historia, acompañado de un único elemento de escenografía, un largo sillón, sosteniendo la escena, como solo los grandes actores, lo pueden hacer, a través del cuerpo y la palabra. Sin impostaciones de voz, esa fuerza y gravedad eran propias de su naturaleza avasallante, podría arremeter con profundidad, el cuerpo y el alma de cualquier espectador.
Para mí, significaba conocer, descubrir otras realidades expresivas y artísticas fuera mi contexto, escuchar otras voces, otras formas de construir el arte escénico, otras experiencias.
Él tenía esa habilidad tan particular de hacerte levitar en la melodía de la vida, y llevarte al otro extremo del acantilado, de un momento a otro, con la fuerza de sus palabras, hasta develar las profundidades de una caverna eterna, crepitante, donde las gotas se desprenden de la superficie de los peñascos, anidadas de la tierra y cuyo centro acoge, el agua como simple revelación de grandes misterios.
El camino de la vida, nos regala grandes encuentros y cuando se da el cruce con grandes maestros, éstos son inigualables; a veces, no necesitas estar tan cerca, a veces mirarlos en la escena es suficiente para explicar lo inexplicable. Simplemente, al observarlos, por escasos minutos, te hacen entender, percibir con claridad, esas huellas profundas, de esa interioridad construida a pulso en las tablas. Mirar, como al deslizarse o caminar, con esa profunda mirada, la que se construye con un gran equipaje a cuestas, colmado de enormes vivencias y extenuado trabajo, percibirlo como ese árbol gigante, inamovible de gran nobleza que nos cobija con suave belleza.
De cuya cantera brota la belleza espontánea de la vida, de esa profunda voz, que cautiva hasta al espectador más despistado y reticente.
Percibir sus pasos, huellas marcadas de la experiencia. En su cuerpo se graban cicatrices perpetuas de los pies a la cabeza, de nieve cabellera, enormes pupilas encendidas, rostro alargado, de esas manos gruesas, de movimientos, que definen, esa intensidad, esas nobles cicatrices de sabiduría, mirarlo era percibir la huella del tránsito, de esa alma profunda llena de puertas, sin acomodarse, clamando una justa constante frente a las injusticias. Con ese, profundo conocimiento sobre la sicología humana, la de haber transitado un exilio, de haberse escabullido de los verdugos opresores por sus obras y sus textos.
De ese hombre, que aprende con sabiduría de los niños y crear una pedagogía y técnica teatral, el psicodrama, de haber escrito tantos libros posibles, de haber actuado tantas veces y dirigido otras tantas.
Ante quien, los entrevistadores tiemblan un poco y se descolocan frente al profundo respeto de su sola presencia. Eduardo Pavlovsky incansable e inagotable, con esa fuerza brutal de una voluntad forjada en hierro, de una tremenda agudeza mental, esa que moviliza, el alma a seguir actuando a sus 81 años de edad en “Asuntos Pendientes” en el Centro Cultural de Cooperación Floreal Gorini este año junto a Susy Evans, Paula Marrón, Eduardo Misch bajo la dirección de Elvira Onetto. Siendo, consecuente su vida entera con el Teatro, habitando en escenarios, con una energía en movimiento de intensidad única, auténtica, propia y verdadera de la entrega de ese cuerpo en escena. Cada poro respira, la palabra correcta, la palabra precisa, cada palabra palpita en el alma, cuando la poética se completa con esa presencia tangible del cuerpo en el escenario. De ese, entramado y profunda conexión de él para con el TEATRO.
En Buenos Aires, a principios de año presentó su libro Asuntos pendientes, lo miré en un video on line, ahí decía, que su material era un reflejo de lo pendiente, a explorar en el espacio creativo, lo que le faltaba. La dramaturgia de sus obras, parten de una idea, de pequeños susurros, los cuales se van armando, creando el material, comparado al pintor, que va dando forma a su cuadro, él muy atento a la escucha de esos misteriosos susurros, que se presentan al momento de escribir sin definición previa de sus personajes, el compara al coágulo de la distancia de sus teorías.
Decía, que el autor, no debía perder, su sentido crítico en la creación, su postura política estaba claramente definida. El proceso artístico como acto de desnudar, ciertas sombras injustas, las que en realidad, no se perciben tan directamente.
Es así, lo siento, como un hombre inamovible, inquebrantable de profundas convicciones políticas y artísticas. De cabellera banca como la nieve, de una voz tan ronca, sincera, feroz como la de un volcán en erupción, una caverna insondable, de la que brotan sólidas frases expandidas por el aire en vibración perpetua, que hace temblar el alma con esa profunda veracidad.
Él camina, como ese tronco sólido, lo recuerdo bien. Hace muchos años, miré su monólogo en la Casa de la Cultura de Quito. A la salida del teatro en una mesita cobijada de mantel blanco estaban sus libros de dramaturgia y teoría teatral disponible para los interesados. Ese día en el escenario, llevaba, un suéter de cuello abierto, de un celeste claro, un pantalón de una tonalidad entre crema y blanco fue hace muchos años. Salía a las tablas e iniciaba la obra vestido del cotidiano, confundiendo al espectador, era él o el personaje, que iba a narrarnos la historia, acompañado de un único elemento de escenografía, un largo sillón, sosteniendo la escena, como solo los grandes actores, lo pueden hacer, a través del cuerpo y la palabra. Sin impostaciones de voz, esa fuerza y gravedad eran propias de su naturaleza avasallante, podría arremeter con profundidad, el cuerpo y el alma de cualquier espectador.
Para mí, significaba conocer, descubrir otras realidades expresivas y artísticas fuera mi contexto, escuchar otras voces, otras formas de construir el arte escénico, otras experiencias.
Él tenía esa habilidad tan particular de hacerte levitar en la melodía de la vida, y llevarte al otro extremo del acantilado, de un momento a otro, con la fuerza de sus palabras, hasta develar las profundidades de una caverna eterna, crepitante, donde las gotas se desprenden de la superficie de los peñascos, anidadas de la tierra y cuyo centro acoge, el agua como simple revelación de grandes misterios.
El camino de la vida, nos regala grandes encuentros y cuando se da el cruce con grandes maestros, éstos son inigualables; a veces, no necesitas estar tan cerca, a veces mirarlos en la escena es suficiente para explicar lo inexplicable. Simplemente, al observarlos, por escasos minutos, te hacen entender, percibir con claridad, esas huellas profundas, de esa interioridad construida a pulso en las tablas. Mirar, como al deslizarse o caminar, con esa profunda mirada, la que se construye con un gran equipaje a cuestas, colmado de enormes vivencias y extenuado trabajo, percibirlo como ese árbol gigante, inamovible de gran nobleza que nos cobija con suave belleza.
De cuya cantera brota la belleza espontánea de la vida, de esa profunda voz, que cautiva hasta al espectador más despistado y reticente.
Percibir sus pasos, huellas marcadas de la experiencia. En su cuerpo se graban cicatrices perpetuas de los pies a la cabeza, de nieve cabellera, enormes pupilas encendidas, rostro alargado, de esas manos gruesas, de movimientos, que definen, esa intensidad, esas nobles cicatrices de sabiduría, mirarlo era percibir la huella del tránsito, de esa alma profunda llena de puertas, sin acomodarse, clamando una justa constante frente a las injusticias. Con ese, profundo conocimiento sobre la sicología humana, la de haber transitado un exilio, de haberse escabullido de los verdugos opresores por sus obras y sus textos.
De ese hombre, que aprende con sabiduría de los niños y crear una pedagogía y técnica teatral, el psicodrama, de haber escrito tantos libros posibles, de haber actuado tantas veces y dirigido otras tantas.
Ante quien, los entrevistadores tiemblan un poco y se descolocan frente al profundo respeto de su sola presencia. Eduardo Pavlovsky incansable e inagotable, con esa fuerza brutal de una voluntad forjada en hierro, de una tremenda agudeza mental, esa que moviliza, el alma a seguir actuando a sus 81 años de edad en “Asuntos Pendientes” en el Centro Cultural de Cooperación Floreal Gorini este año junto a Susy Evans, Paula Marrón, Eduardo Misch bajo la dirección de Elvira Onetto. Siendo, consecuente su vida entera con el Teatro, habitando en escenarios, con una energía en movimiento de intensidad única, auténtica, propia y verdadera de la entrega de ese cuerpo en escena. Cada poro respira, la palabra correcta, la palabra precisa, cada palabra palpita en el alma, cuando la poética se completa con esa presencia tangible del cuerpo en el escenario. De ese, entramado y profunda conexión de él para con el TEATRO.
En Buenos Aires, a principios de año presentó su libro Asuntos pendientes, lo miré en un video on line, ahí decía, que su material era un reflejo de lo pendiente, a explorar en el espacio creativo, lo que le faltaba. La dramaturgia de sus obras, parten de una idea, de pequeños susurros, los cuales se van armando, creando el material, comparado al pintor, que va dando forma a su cuadro, él muy atento a la escucha de esos misteriosos susurros, que se presentan al momento de escribir sin definición previa de sus personajes, el compara al coágulo de la distancia de sus teorías.
Decía, que el autor, no debía perder, su sentido crítico en la creación, su postura política estaba claramente definida. El proceso artístico como acto de desnudar, ciertas sombras injustas, las que en realidad, no se perciben tan directamente.
Esa admiración para con la extrema firmeza, para lo que decidieron
hacer de sus vidas, la búsqueda de las huellas de las profundidades, más aun soslayando
con preguntas vivas, que contribuyen en estos tiempos…No se abandonaron nunca, no abandonaron lo que hicieron, ni lo que
decidieron hacer con su vida profesional, muy firmes hasta el último
hálito de vida por esos son nuestros héroes vivientes. Nuestra memoria vibra con sus huellas, nos construye en el presente, algunas
huellas se alejan en cauces de ríos de movimientos de gran fluidez.
Tuve, la enorme suerte de escucharlo y mirarlo en el 2011 en Buenos Aires, él estaba vestido de un traje muy elegante, color crema, junto a otras grandes figuras del teatro argentino, en la IX Feria del libro teatral en Buenos Aires, en el lanzamiento del libro La Puesta en escena del Teatro Argentino del Bicentario, con un prólogo de Olga Consentino publicado por el Fondo Nacional de la Artes, tres generaciones de artistas sentados en una mesa alargada que parecía un cuadro de La Última Cena, junto a Juan Carlos Gené, Mauricio Kartun, Ricardo Bartís, Javier Daulte, de los que recuerdo haberlos escuchado. Un bello libro, lo llevo conmigo con preciosas fotografías, textos escritos por diferentes autores, en diez capítulos reflexionando sobre los procesos creativos, inicia con Viente temas de reflexión del teatro bajo la pluma de Juan Carlos Gené, el segundo capítulo Devenires, grupos minoritarios y estares moleculares en mi teatro de Eduardo Pavlosky y las intervenciones de Tito Erguza, Mauricio Kartun, Ricardo Bartis, Héctos Calmet, Javier Daulte, Norma Adriana Scheinin, Rafael Spregelburd y Julia Elena Sagaseta compartiendo sus diferentes saberes artísticos.
Me conecto, con ese infinito dolor de las partidas…Cuando
abren esa puerta y se marchan por ella grandes seres, esa que tememos y esquivamos cada día en
el camino. Estas otras ausencias de amigos, jóvenes bailarines, me matan un poco, en un tiempo tan acelerado es difícil
digerir los acontecimientos, una deseará anestesiarse frente a estos dolores, explicar
mejor las pérdidas y las ausencias, de esas inexplicables partidas, en tiempos,
donde proliferan las imágenes y las noticias pasan en una carrera desalmada de
un auto de carreras de alta velocidad sin posibilidad a un Stop, con tremendos
choques simultáneos.
Me cuesta, este puto silencio…Derramar charquitos de lágrimas vivas, sentir el estremecimiento
del alma, estrujar los suspiros, aceptar la crudeza y la manifestación de la
realidad, la que se presenta en estas situaciones, como una piedra en el
camino, la cual intentas esquivar y tropiezas inexplicablemente un día. Ahora, los dolores habitan en
las profundas huellas del alma. En nuestra memoria caminan grandes seres, en tanto no los olvidemos…La
presencia es perpetua, la de los grandes maestros, que construyeron, la vida
teatral, como posibilidad de liberación, crítica y libertad. En un ferviente anhelo de
humanidad y justicia…
Con esa necesidad brutal, que las lágrimas afloren para llenar el vaso de los estremecimientos del alma en suspiros catárticos, que suspenden esas ausencia de delgados y crepitantes hilos...
Llenando ríos, mares, océanos, en los cuales, las almas nobles habitaran en el cielo.
Con esa necesidad brutal, que las lágrimas afloren para llenar el vaso de los estremecimientos del alma en suspiros catárticos, que suspenden esas ausencia de delgados y crepitantes hilos...
Llenando ríos, mares, océanos, en los cuales, las almas nobles habitaran en el cielo.
Ahora estará atravesando el TODO, el aire del Universo hasta
las estrellas, cuando estiremos la mano para sentir el viento, sabremos que en
átomos luminosos se posaran en esferas brillantes, posaran sus almas ausentes
con caricias sobre nuestras manos, vibrando siempre con nosotros, elevando el
alma, cuando leamos sus palabras escritas o bajemos de sus árbol los frutos más maduros, o
recojamos las marcas dibujadas en la arena, ahí brillarán eternamente. En
un soplo se diluyen para volverse, a dibujar en otra playa, en otro espacio, posándose
en otras almas sedientas, apareciendo, ante la mirada, de quien necesita
escuchar sus sabias palabras, transmitiendo generosamente, el conocimiento y
las inquietudes, despiertas, como refugio perenne, como el alivio de un abrazo,
escuchando esa gruesa voz como huella infinita en el cuerpo, de quien la habita.
El aire se llenará de nobles palabras, con las cuales, una sentirá la necesidad
de estirar las manos y recogerlas, descolgándolas ligeras de esos árboles
frondosos, invisibles, flotantes, perennes de sabiduría.
Nos dejan tan generosamente, las huellas más sinceras, las más ardientes, las más nobles y las más pertinentes. Las que, una necesita escuchar en un viaje de ida y vuelta. En el retorno continuo, que la vida nos regala con grandes maestros eternos sobre la construcción de realidades posibles, los sueños de utopías tangibles.
Esas cicatrices dolorosas, marcadas por las indefinibles bellas ausencias
de lo querido, amado, valorado y apreciado...
Nos dejan tan generosamente, las huellas más sinceras, las más ardientes, las más nobles y las más pertinentes. Las que, una necesita escuchar en un viaje de ida y vuelta. En el retorno continuo, que la vida nos regala con grandes maestros eternos sobre la construcción de realidades posibles, los sueños de utopías tangibles.
Esas cicatrices dolorosas, marcadas por las indefinibles bellas ausencias
de lo querido, amado, valorado y apreciado...
Gracias por compartir, lo más noble que puede dar al otro,
los sentimientos propios, el corazón, la razón y pensamiento crítico en una
escena teatral….
Gracias, por esa posibilidad de generar, sueños colectivos con la posibilidad de habitar en ese mundo imaginario y posible del TEATRO…
Gracias maestro Pavlovsky…
Gracias por dejar en las tablas el sudor del esfuerzo,
la entrega en un oficio convertido en PERPETUA POESÍA.
Dejarnos sentir, el juego, el fuego y belleza
de un infante maduro y consecuente….
Gracias, por esa posibilidad de generar, sueños colectivos con la posibilidad de habitar en ese mundo imaginario y posible del TEATRO…
Gracias maestro Pavlovsky…
Gracias por dejar en las tablas el sudor del esfuerzo,
la entrega en un oficio convertido en PERPETUA POESÍA.
Dejarnos sentir, el juego, el fuego y belleza
de un infante maduro y consecuente….
Gracias, maestro Eduardo Pavlovsky,
Gracias, a mis amigos ausentes de la ciudad de Quito.
Gracias por dejarnos y marcanos profundas huellas colectivas en nuestra memoria
de esa entrega gentil, brutal y feroz y valorar infinitamente
su presencia en nuestras vidas...
Gracias, a mis amigos ausentes de la ciudad de Quito.
Gracias por dejarnos y marcanos profundas huellas colectivas en nuestra memoria
de esa entrega gentil, brutal y feroz y valorar infinitamente
su presencia en nuestras vidas...
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