Proyecto Memorias de un Viaje. Foto. Nadia. R
Últimamente habito en un cruce cultural atravesado por las vivencias
entre dos ciudades tremendamente queridas
Buenos Aires y Quito de una extraña manera. El pasado se exterioriza de
forma continua en el presente. Ahora, mis referencias artísticas son una suerte
de pluriculturalidad sistémica internacional bien querida y bien amada.
Las personas, que viven en Buenos Aires forman parte de mi presente, aunque estén lejos. Habito, entre éstos dos universos paralelos, pendidos de ese hilo de creatividad movilizadora e inspiradora. Me siento, en esa delgada línea imaginaria de la Mitad del Mundo atravesada por una suerte de energías creativas expandidas, entre las dos ciudades muy queridas. Estoy en esa línea imaginaria, en ese cruce cultural, conectando presente y pasado, o del actual presente antes de convertirse un segundo después en pasado inmediato.
Me construye, la diversidad, la pluriculturalidad citadina, de mis llamados universos paralelos citadinos…
Años atrás, había realizado fotografías sobre la ciudad de Buenos Aires en el proyecto en construcción Memorias de un viaje, mirarlas luego de un tiempo, atrae esos recuerdos como imanes perpetuos, en esa extraña reconstrucción de la remembranza. Es difícil, determinar la distancia entre el espacio- tiempo de una fotografía y de cómo se construyen la percepción de los recuerdos. ¿Qué guardamos, qué dejamos fuera? ¿Cómo nos trasladamos simultáneamente al pasado, al percibir simultáneamente dicha imagen?
Será, un intento fallido empeñarse en comprender, lo que la ciencia podría delimitar acertadamente, sobre esos factores que intervienen en el reconocimiento
de lo observado y la rápidez con que atravesamos las puertas hacia el pasado.
Es una suerte de armar recuerdos, guardarlos y rememorar la suave presencia del instante. De esa imagen, salen los seres, que habitaron un espacio temporalde antaño.
Percibo, la vida en imágenes, lo mismo me sucede con el sonido, se me posibilitan, las grabaciones de sinfonías sonoras y fotográficas invisibles de forma continua.
Cada segundo, construye el devenir en el tiempo en esa circulación de imágenes.
En mí, surge la extrañeza particular, la sensación de revivirme en dichos contextos y evocar en el tiempo ese pasado inmediato, una suspensión paulatina, del ayer en el ahora. Testimoniar, las huellas de ese pasado, percibir con extrañeza, las cosas de aquel tiempo. Cada una, guardando remembranzas de un pasado indefinido.
Esa sensación es similar, a cuando visitas las casas de las abuelas, te muestran el álbum antiguo de fotografías familiares. Las de nuestros padres, nuestros abuelos, nuestros tatarabuelos. Una fotografía de una joven de facciones delgadas, muy esbelta, antes de acoger el nombre cariñoso de “abuela” asumido por la aparición de las nietas. Las fotos se tiñen de una coloratura, un olor a añejo, tamizado esos recuerdos. Miras a la abuela en esas fotos impregnadas de pasado, con esa inalienable complicidad, conectada en el estallido de su memoria involuntaria, haciéndo referencia a una época brillante, lustrosa y vital. Seguramente, mi abuela evoca las huellas de su memoria rápidamente.
Por ahí, tengo guardada, una foto de chica en la casa de mi abuela materna, una niña rodeada de amiguitos, rompiendo la piñata en el día de mi cumpleaños. Me tapan los ojos con un pañuelito,
para darle de escobazos a la piñata, girando en círculos jugando a la gallinita ciega, percibiendo a la piñata.
Está se rompen, los invitados corren a recoger las sorpresas del piso. Mi madre se preocupa, de que los los niños reciban de forma proporcional los dulces y los juguetes.
Cuando creces, las fotos varian por épocas, las fotos del colegio en los paseos de fin de año, las visitas a los museos, las fotos con los novios, las de los eventos artísticos,
la de los viajes, las de los momentos familiares, las fotos artísticas. Un círculo de vivencias familiares continuadas. Una suerte de reflejos en las imágenes, a través de las presencias.
Las personas, que viven en Buenos Aires forman parte de mi presente, aunque estén lejos. Habito, entre éstos dos universos paralelos, pendidos de ese hilo de creatividad movilizadora e inspiradora. Me siento, en esa delgada línea imaginaria de la Mitad del Mundo atravesada por una suerte de energías creativas expandidas, entre las dos ciudades muy queridas. Estoy en esa línea imaginaria, en ese cruce cultural, conectando presente y pasado, o del actual presente antes de convertirse un segundo después en pasado inmediato.
Me construye, la diversidad, la pluriculturalidad citadina, de mis llamados universos paralelos citadinos…
Años atrás, había realizado fotografías sobre la ciudad de Buenos Aires en el proyecto en construcción Memorias de un viaje, mirarlas luego de un tiempo, atrae esos recuerdos como imanes perpetuos, en esa extraña reconstrucción de la remembranza. Es difícil, determinar la distancia entre el espacio- tiempo de una fotografía y de cómo se construyen la percepción de los recuerdos. ¿Qué guardamos, qué dejamos fuera? ¿Cómo nos trasladamos simultáneamente al pasado, al percibir simultáneamente dicha imagen?
Será, un intento fallido empeñarse en comprender, lo que la ciencia podría delimitar acertadamente, sobre esos factores que intervienen en el reconocimiento
de lo observado y la rápidez con que atravesamos las puertas hacia el pasado.
Es una suerte de armar recuerdos, guardarlos y rememorar la suave presencia del instante. De esa imagen, salen los seres, que habitaron un espacio temporalde antaño.
Percibo, la vida en imágenes, lo mismo me sucede con el sonido, se me posibilitan, las grabaciones de sinfonías sonoras y fotográficas invisibles de forma continua.
Cada segundo, construye el devenir en el tiempo en esa circulación de imágenes.
En mí, surge la extrañeza particular, la sensación de revivirme en dichos contextos y evocar en el tiempo ese pasado inmediato, una suspensión paulatina, del ayer en el ahora. Testimoniar, las huellas de ese pasado, percibir con extrañeza, las cosas de aquel tiempo. Cada una, guardando remembranzas de un pasado indefinido.
Esa sensación es similar, a cuando visitas las casas de las abuelas, te muestran el álbum antiguo de fotografías familiares. Las de nuestros padres, nuestros abuelos, nuestros tatarabuelos. Una fotografía de una joven de facciones delgadas, muy esbelta, antes de acoger el nombre cariñoso de “abuela” asumido por la aparición de las nietas. Las fotos se tiñen de una coloratura, un olor a añejo, tamizado esos recuerdos. Miras a la abuela en esas fotos impregnadas de pasado, con esa inalienable complicidad, conectada en el estallido de su memoria involuntaria, haciéndo referencia a una época brillante, lustrosa y vital. Seguramente, mi abuela evoca las huellas de su memoria rápidamente.
Por ahí, tengo guardada, una foto de chica en la casa de mi abuela materna, una niña rodeada de amiguitos, rompiendo la piñata en el día de mi cumpleaños. Me tapan los ojos con un pañuelito,
para darle de escobazos a la piñata, girando en círculos jugando a la gallinita ciega, percibiendo a la piñata.
Está se rompen, los invitados corren a recoger las sorpresas del piso. Mi madre se preocupa, de que los los niños reciban de forma proporcional los dulces y los juguetes.
Cuando creces, las fotos varian por épocas, las fotos del colegio en los paseos de fin de año, las visitas a los museos, las fotos con los novios, las de los eventos artísticos,
la de los viajes, las de los momentos familiares, las fotos artísticas. Un círculo de vivencias familiares continuadas. Una suerte de reflejos en las imágenes, a través de las presencias.
Mi abuela materna es un reflejo, supongo de las
nietas en el futuro. Percibo, en ella, una
especie de reflejo de su pasado, por las vivencias por las cuales transitó, vivió, nos contó.
Entre, las mujeres siempre se arma, un vínculo fuerte de complicidades, vamos de la risa al llanto con enorme facilidad, siendo partícipes de situaciones graciosas, irónicas. Construyendo un lazo indisoluble de bellos instantes… Y la fotos se vuelven huellas de nuestras propias memorias vivenciadas, sin ordenamiento lógico, al contrario son de caracter fragmentario. Traviesos reflejos generacionales vivenciando realidades,
creando memorias...
Entre, las mujeres siempre se arma, un vínculo fuerte de complicidades, vamos de la risa al llanto con enorme facilidad, siendo partícipes de situaciones graciosas, irónicas. Construyendo un lazo indisoluble de bellos instantes… Y la fotos se vuelven huellas de nuestras propias memorias vivenciadas, sin ordenamiento lógico, al contrario son de caracter fragmentario. Traviesos reflejos generacionales vivenciando realidades,
creando memorias...
De las huella de los recuerdos personales y la fotografía puede trasladarse a testimoniar realidades, documentar huellas de presencias colectivas.
En estos tiempos estamos atravesados, por una suerte de álbum fotográfico colectivo
sobre el mundo entero, con millones de imágenes simultáneas. Nuestras
referencias, se amplían más allá de nuestros universos y contextos culturales.
En mí flotan memorias de personas, memorias de ciudades, la memorias genética y cultural...Hay tantas cosas que nos construyen y nos atraviesan de forma simultánea…
En mí flotan memorias de personas, memorias de ciudades, la memorias genética y cultural...Hay tantas cosas que nos construyen y nos atraviesan de forma simultánea…
Nuestra memoria involuntaria estalla por segundos, al evocar esos recuerdos vivenciados
al observar y revivir la complicidad oculta detrás de una fotografía...
al observar y revivir la complicidad oculta detrás de una fotografía...
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