De esas tardes distintas donde no hay sol y llueve fuerte, el agua titila constante, el agua lava las veredas,
lava las calles, lava las heridas de las familias, la lluvia cura, la lluvia
provee de energía a este Quito contradictorio, lleno de capas distintas. La
ciudad se limpia de cualquier mal karma, las calles acarrean cualquier dolencia
y basura innecesaria. Estoy en casa, llueve
fuerte, tal vez alguien, camina a la intemperie y la lluvia le envolvió con su
presencia. Le mojó primero los pies, las medias, la camiseta,
el cabello, no había sombrilla a la mano.
La lluvia arremete con fuerza, cae con vehemente vigor, queriendo traspasar la vereda de concreto, deseando partir las fauces de la tierra, llegar a la primigenia tierra, ausentarse de la superficie y trasladarse a la tierra fresca enmancipada del cemento… En ese extravío, el cielo sopla gotas de distintas dimensiones y construye una melodía, una ola del mar en la cual se sumergen arrecifes invisibles y las piedras se van al fondo.
Lo árboles se mojan, al fin se bañan, esperan la llegada del agua, en medio de esos horrible cables eléctricos citadinos, de lunes a viernes toman suaves baños de sol, no es propicio vivir con el sonido de los autos a los lados, sus raíces quebrantan las aceras y tienen esa sútil capacidad de alegranos los días, dejan de ser árboles secos, sus bellas hojas humedecen, respiran el agua y se refriegan en gotas de suavidad.… La lluvia prevalece, estalla en atisbos, una marea de agua sube y baja del cielo.
Desde, mi ventana se escucha la oleada de lluvia, aparecen rayos de vez en cuando, el estrépito recuerda a cuando eras chica y te escondías en las cobijas. A veces, caen rayos muy fuertes, y otros más leves. ¿Qué pasará, en el cielo con el cruce de rayos? Una discusión posible, el cruce de energías innecesarias, un cortocircuito imprevisto…
La oleada de lluvia prosigue, el sonido obliga a buscar refugio, la casa nos protege de esas tempestades naturales y cualquier espanto de mal de ojo.
Se escucha con mayor frecuencia los sonidos de los pitos, el sonido de las llantas chapotea en los resquicios del agua. ¡Que haríamos sin ti! Lluvia hermosa y necesaria. Nos lavas sanamente las calles y las penas del barrio. Se escuchan los chasquidos del agua sobre el piso, el exabrupto de energía disminuye, los parabrisas de los autos se limpian…Se oye, la alarma insoportable de un vehículo, arden los oídos, se silencia. Se escucha, el sonido de una moto, otro auto, otra vez, la alarma del primer auto. El dueño saca su llave, aplasta el botón rojo, un perro ladra. De a poco la lluvia es garúa.
Se escucha un largo silencio, los vecinos duermen la siesta dominguera, refugiados en sus casas, en el suave calor de su hogar, alargando las horas del suave domingo, aquietando las revueltas de los lunes… La lluvia favorece y enciende el calor hogareño. Los vecinos conducen sus automóviles y paran en la tiendas a abastecerse del pan de la tarde, otros regresan del paseo familiar al suave refugio, los frecuentes buses ronronean un poco... Será, que las sirenas de cabello largo se posan en los filos de las nubes, desde ahí soplan agua a la ciudad, a falta de barcos, aparecen muchos autos, a falta de piratas y bucaneros salen oficinistas en sus trajes domingueros o viajantes llevan sus bicis adosadas en la parte posterior del vehículo.
La lluvia arremete con fuerza, cae con vehemente vigor, queriendo traspasar la vereda de concreto, deseando partir las fauces de la tierra, llegar a la primigenia tierra, ausentarse de la superficie y trasladarse a la tierra fresca enmancipada del cemento… En ese extravío, el cielo sopla gotas de distintas dimensiones y construye una melodía, una ola del mar en la cual se sumergen arrecifes invisibles y las piedras se van al fondo.
Lo árboles se mojan, al fin se bañan, esperan la llegada del agua, en medio de esos horrible cables eléctricos citadinos, de lunes a viernes toman suaves baños de sol, no es propicio vivir con el sonido de los autos a los lados, sus raíces quebrantan las aceras y tienen esa sútil capacidad de alegranos los días, dejan de ser árboles secos, sus bellas hojas humedecen, respiran el agua y se refriegan en gotas de suavidad.… La lluvia prevalece, estalla en atisbos, una marea de agua sube y baja del cielo.
Desde, mi ventana se escucha la oleada de lluvia, aparecen rayos de vez en cuando, el estrépito recuerda a cuando eras chica y te escondías en las cobijas. A veces, caen rayos muy fuertes, y otros más leves. ¿Qué pasará, en el cielo con el cruce de rayos? Una discusión posible, el cruce de energías innecesarias, un cortocircuito imprevisto…
La oleada de lluvia prosigue, el sonido obliga a buscar refugio, la casa nos protege de esas tempestades naturales y cualquier espanto de mal de ojo.
Se escucha con mayor frecuencia los sonidos de los pitos, el sonido de las llantas chapotea en los resquicios del agua. ¡Que haríamos sin ti! Lluvia hermosa y necesaria. Nos lavas sanamente las calles y las penas del barrio. Se escuchan los chasquidos del agua sobre el piso, el exabrupto de energía disminuye, los parabrisas de los autos se limpian…Se oye, la alarma insoportable de un vehículo, arden los oídos, se silencia. Se escucha, el sonido de una moto, otro auto, otra vez, la alarma del primer auto. El dueño saca su llave, aplasta el botón rojo, un perro ladra. De a poco la lluvia es garúa.
Se escucha un largo silencio, los vecinos duermen la siesta dominguera, refugiados en sus casas, en el suave calor de su hogar, alargando las horas del suave domingo, aquietando las revueltas de los lunes… La lluvia favorece y enciende el calor hogareño. Los vecinos conducen sus automóviles y paran en la tiendas a abastecerse del pan de la tarde, otros regresan del paseo familiar al suave refugio, los frecuentes buses ronronean un poco... Será, que las sirenas de cabello largo se posan en los filos de las nubes, desde ahí soplan agua a la ciudad, a falta de barcos, aparecen muchos autos, a falta de piratas y bucaneros salen oficinistas en sus trajes domingueros o viajantes llevan sus bicis adosadas en la parte posterior del vehículo.
De a poco, la lluvia se despide y esconde detrás de las nubes.
Un silencio prolongado y la lluvia vuelven a parecer, como si le quedaran pendientes inconclusos. Otra vez, cae con fuerza, se escuchan los pitos, la gente quiere llegar más rápido a casa, alguien guarece en un techito, sintiendo el frio cercano, esperando la amabilidad de los conductores en esa utopía de apostarle, a que no inunden a los transeúntes.
La lluvia viene por los pendientes, dice otra vez que viene a limpiar la ciudad con sus gotas gruesas, las sirenas deciden sacar más agua de las nubes, dejando más limpio el cielo. Cómplices decidieron desempolvarlo, dejarlo libre de smock y bañarnos con la sabia naturaleza citadina.
Los sonidos se repiten, ahora pasan los transeúntes con abrigos.
Si estuviera en alguna de esas motos estaría empapada seguramente…
Las lluvias anudan los momentos para el té o café caliente…
La gota de agua se sujeta y rebota en los techos. Se escucha, una resonancia ligera, no es lo mismo el estallido sobre la calle, tampoco, si se queda agarrada del filo de una cornisa. Las gotas resuenan y estallan en los ligeros metales con ecos presurosos.
Caen las gotas, caen los cielos, cae la lluvia flotando ligera.
Me dice, ahora me voy, y caprichosa vuelva a aparecer.
Ahora se hace un silencio, susurros y presencias…
Pack, pack…pack, pack….
Pack, pack, pack….
Pack….
Los autos son como los propietarios, unos pasan haciendo tremendo ruido, otros son más leves como las gaviotas, otros están con acelere, otras más nostálgicos y van despacio…
En fin en este Quito multicolor luego de una tardecita de lluvia fresca para el alma, un bálsamo de tranquilidad, cuando llueve la gente se pone más atenta, los vidrios se empañan, las plumas mueven las gotitas, que empañan los parabrisas…
A veces, la ciudad se despabila con un enorme rayo…
Este es un día domingo, de esos que una no quiere que acaben….
La lluvia se oculta...
Trinan y trinan los bellos pájaros afuera de las ventana,
¿Qué dirán? Salen a hablar en polifonías, argumentando sus planes de vuelos, contando anécdotas, hacen su parada preguntando a las sirenas si van a dejar de jugar…
Esperando, tal vez se sequen sus alas…Los pajaritos trinan melodías, esperando que el cielo se limpie y se despeje para los futuros vuelos...
Se escuchan los ladridos de los perros, el pito prolongado de otro auto, los vecinos de espaldas encorvadas, manos en los bolsillos, chompas para el frio llevan a sus perros a pasear, los domingos son también destinados a los paseos perrunos…
Los vecinos se saludan, se cuentan cosas, igual que los pájaros, se reconocen sus mascotas y ladran, luego se dirigen a refugiarse en sus casas.
Pasa, un tiempo prudencial y otra vez vuelve a llover como el principio...
Anochece de a poco...
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